La muerte de
Goliat VI
Los dedos artríticos de Saúl – Soberano de
Israel y de Judá – se hunden en los pliegues de las arrugas que avejentan su
rostro, marcado no sólo por las inclemencias del transcurrir del tiempo sino
por la infinita ansiedad que le causa esta guerra con los ejércitos de la
Confederación de Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza,
Gat … que no acaba nunca, nunca, nunca … de terminar: ¿terminará, en realidad, alguna vez? … Saúl mantiene – sentado en
su trono en esta Sala del Reino del Palacio Real – la canosa cabeza abatida y
desliza sus fatigados ojos por las cabezas de los hombres que, un poco por
debajo de su elevada posición, lo rodean sentados en los escaños de esta
Asamblea del Reino de Israel y de Judá. Son estos hombres casi en su
totalidad - como él – ancianos ya y sus rostros reflejan el sombrío semblante
de Su Soberano, de tal forma que podríamos decir que el ambiente es – a pesar
de las siete luminarias de las siete velas que arden en los siete brazos de
la Menorá – auténticamente sombrío en esta estancia que es la Sala del Reino
del Palacio Real. Y no es para menos: los invasores han ido avanzando hacia
las mismísimas murallas de la Sagrada Ciudad y amenazan con asaltar sus
almenas y arrasarla hasta sus mismísimos cimientos, conquistarla después como
asolado solar sobre el que edificar una nueva polis – más acorde con los
gustos de estos filisteos que de sus antepasados minoicos aprendieron el gusto
de la vida saborear – sobre las ruinas de esta que estos Hijos de Yahvé llaman - ¡qué sarcasmo! - Ciudad de la Paz …
¡Jerusalén! “¡Qué fea ciudad, de la faz de la Tierra la
hemos de borrar!” se jactan arrogantes los soldados de los ejércitos de la
Confederación de Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza, Gat … comandados por Su Supremo
Señor, ¡EL GRAN GOLIAT! … -
¡Mi Señor! ¡Ha llegado vuestro hijo, el príncipe
Jonatán! Saúl alza ahora la abatida
cabeza y sus fatigados ojos se posan en la figura de Kohath, el nuevo heraldo
real en sustitución de Jerahmeel – “que
ya está con Yahvé” – enviado con él como auxiliar al campamento de los
filisteos, testigo junto a Labam de su estupro - ¡ay, pobre Jerahmeel, cuánto lo quería – casi como a un hijo – cuánto ha lamentado su pérdida el Soberano de
Israel y de Judá, qué joven tan
leal, qué emisario tan fiel, qué ultraje tan imperdonable ha cometido con él
ese gigante, ese monstruo, esa
Criatura de la Gehenna, ese Ser Abominable que sus huestes llaman El Gran Goliat! – y por un
instante sus pupilas que empezaban a humedecerse parecen iluminarse con la
luz de la esperanza que ya casi había renunciado a poder contemplar … -
¡Jonatán! ¿Está aquí?
¿Ha llegado ya? … ¡Hazle pasar! Kohath camina – siempre
respetando el protocolo establecido – delante del príncipe de Israel y de
Judá: la boca medio desdentada del Soberano Saúl se abre en una sonrisa de amplia
alegría al presenciar la llegada de este hermoso muchacho, de este hijo de su alma que tras muchas hijas
- ¡nunca llegaba el ansiado varón! – en el vientre de su última esposa y tras
muchas plegarias a Yahvé casi cuando ya estaba a punto de entrar en la
ancianidad engendró: -
¡Jonatán, hijo mío, por
fin! ¡He temido tanto por ti! La belleza del rostro del
príncipe adolescente adquiere una especial luminosidad cuando en el fino
lienzo de su piel de aceituna se abre como un reflejo de la de su padre –
pese a la amplia diferencia de edad y los estragos del tiempo en la cara del
rey se aprecia que son padre e hijo Saúl y Jonatán – la amplia sonrisa que conforman
esas perlas blanquísimas que son los dientes del príncipe heredero del Reino
de Israel y de Judá: Jonatán abre sus brazos y se apresura en dirección a su
padre para el cuerpo del anciano monarca abrazar; Saúl, impaciente, se ha
alzado de su trono y con pasos vacilantes se dirige hacia el muchacho que
hasta hace poco era “su pequeño
Jonatán” y que muchos pensaban que era la última esperanza que le quedaba – una vez más
sintiéndose todos ellos abandonados por el Supremo Padre, una vez más todos
ellos castigados por Yahvé – a los hijos de Abraham, de Isaac, de Jacob, de
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y
Benjamín … -
¡Jonatán! -
¡Padre! El cuerpo
delgado pero esbelto del muchacho aprieta con fuerza entre sus brazos el
debilitado cuerpo de su progenitor: casi nada queda ya en este último del
vigor del joven Saúl que tantas victorias contra los filisteos para los suyos
consiguió – Yahvé determinó desde que expulsó a Adán y Eva al Oeste del Jardín
del Edén que era el destino del hombre y de la mujer y de todos sus
descendientes envejecer, enfermar y fenecer – y la esperanza de sacudirse el
yugo de la invasión se ha visto ensombrecida desde que en las filas de los
filisteos se Irguió la Imponente Mole del Gigante, de Ese Hombre al que sus
huestes llaman El Gran Goliat: desde entonces – e incluso desde antes – pero
sobre todo desde entonces las derrotas no han dejado de sucederse para los
soldados del Ejército de Israel y de Judá; nunca olvidarán estos Hijos
Predilectos de Yahvé el día en que los soldados de la Confederación de
Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza, Gat … se apoderaron en el campo de la contienda
– tras aniquilar a treinta mil soldados del Ejército de Israel y de Judá – del
Arca de la Alianza del Señor que al combate habían llevado para – creyendo
con ellos tenerLO – a esos feroces filisteos de Una Vez y Para Siempre Derrotar
… ¡NO, ni siquiera en aquel momento consiguieron los judeo-israelitas
congraciarse con Su Perennemente Enojado Señor! ¡Y eso fue antes de que apareciera ante
ellos El Gran Goliat! ¿Cómo podrán una
vez más congraciarse con Su Dios, qué tendrán que hacer esta vez, cuántos
sufrimientos más tendrán que padecer antes de que ÉL los perdone – y ya para
siempre – por Tan Malos Hijos Para ÉL ser?
¿Estará ya un cabo austriaco con
bigotito de Charlot en la Imaginación de Yahvé? … -
Jonatán, hijo de mi alma, esperanza
de mi estirpe, ¿hay alguien que nos pueda salvar? ¿hay algún guerrero entre los hijos de
Abraham, de Isaac, de Jacob, de Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad,
Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín … que a todos nosotros nos pueda
salvar de la Cólera de Yahvé encarnada en ese Coloso al que sus huestes
llaman El Gran Goliat? … -
¡Sí, padre, he encontrado a ese
guerrero! ¡Muy pronto lo vas a ver! … El Soberano Saúl clava sus ojos
achacosos en los vivaces ojos negros de su primogénito varón – tras engendrar a Jonatán en el vientre de
su última esposa quiso Yahvé que esta le diera además dos varones más, pero en este momento Abinadab y Malqui
Sua son apenas dos prepúberes que
en absoluto están preparados aún para las armas tomar – y abre su boca
enseñando las encías casi vacías mirando a su hijo con una mezcla de amplia alegría
y estólida estupefacción … -
¿Has encontrado a Nuestro
Salvador?! -
¡Sí, padre, en Belén de Judá! -
¿Y dices que muy pronto lo voy
a ver? -
¡Tan pronto como ahora mismo,
porque aquí está! -
- ¡Aquí!? -
Sí, padre, aquí… ¡Kohath, haz
pasar a David! Un marea de murmullos y susurros
de sorpresa se extiende entre los escaños que ocupan estos venerables varones
que conforman con el Soberano Saúl el Consejo Real al escuchar las palabras
del príncipe Jonatán: han transcurrido tres semanas ya desde que Oriel – el
médico militar de las acampadas tropas de Israel y de Judá – extrajera de las
entrañas del estuprado Jerahmeel los casi cuarenta centímetros de cuero en
los que el Gran Goliat hizo envasar Su Respuesta como Representante y
Comandante Supremo de la Confederación de Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza, Gat …
a los hijos de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Rubén, Simeón, Leví, Judá,
Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín … tres semanas ya
desde que las manos del médico militar sumergieran el extraído cilindro en el
recipiente de agua de rosas donde lo lavó desprendiendo del curtido cuero la
sangre, el excremento y algún filamento rectal del enculado Jerahmeel para
posteriormente extraer a su vez de su interior el pergamino enrollado con la
Respuesta que en él – al dictado del ágrafo Goliat – Karolos el edecán en Su
Nombre redactó y que ahora queremos recordar: “Mensaje de respuesta de la Confederación de Ascalón, Asdod, Ecrón,
Gaza, Gat … al rey de Israel y de Judá, en el nombre de todos nosotros,
nuestro Comandante Supremo, el Gran Goliat de Gat, os dice que no hay nada
que negociar, que hemos venido aquí para a muerte luchar y todas estas
tierras conquistar, y así podéis estar seguros de que esta guerra hasta el final
se ha de librar. Sabemos, oh Saúl, rey de Israel y de Judá, que eres viejo,
que ya no tienes fuerzas para luchar, para en campo de batalla, en combate
cuerpo a cuerpo, morir o matar, pero el Gran Goliat de Gat a uno de los
vuestros – un hombre joven y fuerte de Israel y de Judá – desafía para un
combate singular con él afrontar. Si ese guerrero puede en la contienda al
Gran Goliat derrotar y matar, todos nosotros, los hombres de Ascalón, Asdod,
Ecrón, Gaza, Gat … con nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas,
seremos vuestros esclavos y os serviremos; pero si, por el contrario, el Gran
Goliat derrota y mata a vuestro Campeón, todos vosotros, los hombres de
Israel y de Judá, con vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas,
seréis nuestros esclavos y nos serviréis. Este es el Desafío que, en nombre
de todos nosotros, os lanza nuestro Comandante Supremo, el Gran Goliat de
Gat.” Tres semanas desde que estas
palabras llegaran a todos los oídos de todos los soldados del Ejército de
Israel y de Judá, tres semanas desde que llegaran a los aterrorizados
habitantes y refugiados de la Sagrada Ciudad, tres semanas desde que llegaran
al Soberano Saúl y a Su Consejo Real … ¿y qué pasó? … los hombres más
valientes y vigorosos del Ejército de Israel y de Judá sintieron sus piernas
temblar cuando el joven príncipe Jonatán, pasándoles revista y mirándoles
fíjamente a los ojos, esperaba en sus corazones el suficiente valor encontrar
para afrontar al Gran Goliat … apartaban algunos un poco la vista de los ojos
oscuros, suplicantes, casi llorosos de Jonatán, otros la abatían
-–avergonzados – sin poder ante su príncipe su miedo disimular. Tampoco lo disimulaba el primogénito varón del
Soberano Saúl: -
“¡Soldados de Israel y de Judá
… Sabéis que si encontrara en mi
corazón el suficiente valor para afrontar a ese Gigante yo sería el primero
en dar un paso al frente y aceptar su Desafío, sabéis que no soy un cobarde,
pero lo reconozco: no me siento capacitado para combatir cuerpo a cuerpo, yo
solo contra Él, y aunque encontrara en mí ese valor, ¿de qué serviría mi
inútil muerte? ¿Salvaría eso a los
hijos de Israel y de Judá del exterminio o de la esclavitud? ¡No, soldados de Israel y de Judá: aquel
que nos salve debe ser un Ungido por Yahvé!
Hace muchos años que el Venerable Samuel se presentó en la casa de mi
abuelo Quis – el borriquero de Benjamín - para derramar sobre la cabeza de mi
padre Saúl los Santos Óleos del Señor, y desde entonces Saúl fue Rey de
Israel y de Judá, ¡vuestro rey, dejándome a mí, Jonatán, como príncipe, el
reino en heredad! Mi padre – que es
hoy un anciano – era entonces un hombre joven, lleno de fuerza y hermosura, no había entre los hijos de Israel –
dice Samuel – nadie más fuerte y apuesto que él. Pero el tiempo
transcurrió – como transcurre para todos, los pasados, los presentes, los que
después de nosotros vendrán – y mi padre poco a poco envejeció. Para combatir
cuerpo a cuerpo al Coloso precisamos un hombre Ungido por el Señor, y ese es
el guerrero que para esta guerra debemos encontrar. No sé si está entre
nosotros, no sé si en otra parte lo tendremos que ir a buscar, no sé si Yahvé
por nuestros infinitos pecados nos quiere por fin a la destrucción definitiva
condenar … pero yo os pregunto: ¡Soldados de Israel y de Judá! ¿Está entre vosotros Nuestro Salvador, el
Ungido por Yahvé? Si no es así ,
¿alguno de vosotros sabe dónde lo podemos encontrar? ¡Sólo él puede combatir cuerpo a cuerpo
contra el Gran Goliat!” -
¿Eso les dijiste, Jonatán?! -
¡Sí, padre, eso les dije! -
¡PLAF! La mano artrítica del anciano
Saúl impacta de lleno, con inesperada fuerza, en el rostro del joven Jonatán:
el príncipe adolescente, sin tiempo a reponerse de la sorpresa, mira con los
ojos y la boca muy abiertos a su padre, el anciano monarca de Israel y de
Judá; la cara surcada de arrugas de Saúl – que poco antes mostraba un
semblante de alegría y dulzura ante la llegada del hijo de su corazón – está ahora trastornada por una mueca de ira
ante una afrenta que este anciano nunca de su querido hijo del alma, de su pequeño
Jonatán, hubiera podido esperar:
pero el muchacho no parece todavía comprender y mira a su padre con una
expresión de estupefacción, ¿qué es lo que ha hecho, qué es lo que ha dicho,
para de esta forma ser golpeado por su padre, el Soberano Saúl? Jonatán es solo un muchacho, y con esa
impulsividad de los adolescentes, puede que haya actuado, puede que haya
hablado, antes de pensar ... -
¿Cómo te atreves?! – dice
temblando de ira Saúl - ¿qué ultraje es este que contra mí, mal hijo, te
atreves a cometer?! ¡YO SOY SAÚL, REY
DE ISRAEL Y DE JUDÁ, YO SOY EL SOBERANO SAÚL, YO SOY EL ÚNICO UNGIDO POR
YAHVÉ!! ¿CÓMO TE ATREVES, MALNACIDO,
ASÍ A BLASFEMAR?!! Jonatán mira entre lágrimas a su
padre, al instante consciente del tabú que – en su inconsciencia – se ha
atrevido a romper: el Ungido por Yahvé lo es hasta el final de sus días en
este valle de lágrimas terrenal; al
que es Ungido por Yahvé nunca de Su Sagrada Unción se le puede desposeer,
¿cómo ha podido ser este muchacho tan inocente, cómo ha podido dejarse de
esta forma manipular por David? … -
¡David! -
¡YO SOY DAVID, UNGIDO POR
YAHVÉ, YO SERÉ EL SOBERANO DE ISRAEL Y DE JUDÁ! Un silencio sepulcral se hace en
la Sala de la Asamblea del Reino de Israel y de Judá cuando todos los
presentes ven a David – el menor de los hijos de Jesé, el de Belén – aparecer
… un aroma de cabra, carnero, cabrón y oveja comienza a impregnar cada rincón
de la estancia que alberga el Consejo Real, también del sudor que destilan
unas adolescentes axilas y con esas feromonas los efluvios de una reciente
espermación – no hace mucho que David ha vuelto a encular a Jonatán, en una
alcoba adyacente a este solemne recinto de la Asamblea Real, poco antes de
entrar los dos precedidos protocolariamente por Kohath, el nuevo heraldo
real, tras el Fatal Enculamiento de Jerahmeel … -
¡Yo te saludo, Saúl, padre de
mi amado Jonatán, pero no le vuelvas, anciano, la mano a levantar, nunca más
a tu hijo en mi presencia – ni fuera de ella – le vuelvas a pegar! No me gustaría tener que detener por la
fuerza tu brazo de viejo, pero si haces amago de volverlo a hacer, conmigo te
las verás, porque ni siquiera su padre puede ponerle una mano encima en mi
presencia – ni fuera de ella – a mi amado Jonatán! ¡Avisado estás! El Soberano Saúl y los ancianos
del Consejo Real miran – estupefactos – a este adolescente delgado, de
estatura más bien pequeña, de cuerpo delgado y fibroso, que cubre la desnudez
de sus músculos, bronceados por el sol, con una pringosa pellica de pastor –
porque es David, hijo de Jesé, el de Belén, como su padre un pastor – y se
miran unos a otros sin saber cómo reaccionar: “¡Llama a la guardia, Kohath!”
se atreve uno por fin a gritar, “¿cómo le habéis dejado entrar, a este mocoso
insolente, y vestido así, además!
¡Esto no es una porqueriza, esto es la Sala del Consejo Real!” Otros, animados por este primero, comienzan
también a gritar al intruso insolente que ha osado desafiar la prerrogativa
real del Soberano Saúl, Ungido por Yahvé, Rey de Israel y de Judá, que se
atreve a amenazar al monarca si vuelve a levantar la mano o a golpear – como
su prerrogativa paterna que es – al hijo que conscientemente culpable o por
inconsciente imprudencia ha negado a su padre, ante los miles del soldados
del Ejército de Israel y de Judá, la cualidad que justifica su monarquía: la
de ser el Único y Verdadero Ungido del Señor del Universo, Yahvé, Adonai,
Elohim, Jehová, Señor de los Ejércitos … ¡¿cómo se ha atrevido, así, el
príncipe Jonatán, negando a su padre en la Tierra, a Su Padre en el Cielo
negar?! ¿Cómo se atreve, de este modo,
como sucesor de Saúl, a su propia herencia renunciar? ¡Esto es alta traición!
¡Kohath debe llamar a la guardia y que
esta los arreste a los dos! … -
¡BASTA! ¡CALLAD!
¡YO, DAVID, OS LO ORDENO!
¡CALLAD, O SI NO …! Un mancomunado clamor de espanto
se extiende entre los escaños que ocupan los ancianos del Consejo Real en
esta Sala de la Asamblea del Reino de Israel y de Judá cuando David, hijo de
Jesé, el de Belén, levanta un brazo desnudo esgrimiendo en su puño – ya
preparada – su honda de pastor: como si fueran reses de un díscolo ganado a
todos, enmudeciéndolos, los hace retroceder, pero más que la puntiaguda
piedra que pende alojada en la horqueta de cuero, más que el silbido que el
arma produce en el aire – amenazante – al hacerla girar, es el rostro
iracundo del muchacho lo que los hace temblar: ya sabéis cómo lo reflejó
aquel genio del Renacimiento que lo recreó – esa terribilidad que nadie del rostro de un muchacho que apenas ha
llegado a su pubertad hubiera podido esperar … David echa fuego ahora por lo
que antes eran sus ojos de miel y ahora los ojos de un demonio son, sus
irredentos rizos rojizos – encrespados – diríase que las llamas de un pequeño
Averno son, sus dientes apretados crujen chasqueantes en la caja mandibular,
y las inflamadas venas de su enrojecido cuello diríanse a punto de reventar …
inconscientemente, algunos de estos enmudecidos ancianos ven en este muchacho
ya verdaderamente al Verdadero Ungido por Yahvé, al nuevo Rey de Israel y de
Judá: el carisma, ya se sabe, es algo que no se adquiere; todos al instante,
en el carismático, lo pueden apreciar, aunque sea a regañadientes, aunque sea
en un pastor adolescente que huele a cabra, carnero, cabrón y oveja … y en
cualquier caso – se empezarán algunos a preguntar después - ¿qué era el
Soberano Saúl cuando tenía la edad de este muchacho sino el hijo de un
borriquero: no olía él también – antes de ser Ungido con los Óleos del Señor
por Samuel – a boñiga de burro, no era él como todos los hijos de Abraham, de
Isaac, de Jacob, de Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser,
Isacar, Zabulón, José y Benjamín … descendiente de pastores de cabras,
carneros, cabrones, ovejas - ¡hasta de puercos, hasta que Yahvé los
proscribió! – POR QUÉ PUES NO HABRÍA DE SER UN PASTOR EL NUEVO UNGIDO POR
YAHVÉ, Y REY DE ISRAEL?!! -
¡Y ahora escuchadme bien! – prosigue David, despues de a todos estos
ancianos, incluido el rey, con su
mirada de fuego, con sus airadas palabras, con la amenaza de la piedra en la honda de pastor, conseguir
callar - ¡Oidme bien, porque no lo voy a repetir! Son años y años ya los que los filisteos
llevan arrasando las tierras de Israel y de Judá: mucho antes incluso de que
apareciera en sus filas Ese Al Que Llaman El Gran Goliat, tus soldados, Oh
Soberano Saúl, no conseguían con esos invasores de una vez y para siempre
terminar … ¡Mucho menos ahora, que El Gigante los dirige y amenaza con
exterminar hasta la última raíz de la estirpe de Israel y de Judá! Ya habéis recibido Su Desafío y en tres
semanas ni un solo soldado del Ejército de Israel y de Judá se ha atrevido a
aceptarlo y confrontar al Coloso: ni el hombre más fuerte, ni el guerrero más
glorioso, ni tú Saúl – porque eres viejo ya – ni tu hijo – mi amado Jonatán –
habéis dado un solo paso adelante para afrontar al Gran Goliat … ¡PUES BIEN,
ESCUCHADME BIEN! YO, DAVID, HIJO DE
JESÉ, EL DE BELÉN, ME ENFRENTARÉ A GOLIAT Y LO MATARÉ! Os demostraré que ese al que creéis un
gigante no es otra cosa que un hombre mortal, os demostraré que ese al que
vosotros y todos los suyos nombráis con mayúsculas es … un hombre, nada más …
yo, David, de todas sus mayúsculas a Goliat despojaré … hasta de esa
Mayúscula que es Su Propio Cuerpo lo voy a despojar … os demostraré que,
cuando acabe con él, El Gran Goliat no será más que una gran carcasa que los
buitres devorarán: sí, Ancianos de Israel y de Judá, no pasará mucho tiempo
antes de que en la tierra que ese hombre vino a conquistar veáis sus huesos –
despojados por los buitres de sus últimas briznas de carne – secándose al sol
… ¡ese hombre no sabe aún lo que Yahvé, mediante mi mano, tiene preparado
para él! Ese hombre no sabe cómo Hasta
de Sí Mismo Lo Voy a Vaciar … y después, ¡por supuesto!, seré el nuevo Rey de
Israel … y de Judá … ¿me he dejado algo atrás, Jonatán? … Jonatán mira – con una mezcla de
espanto y admiración – a su amado David: el joven príncipe está también
paralizado por la audacia de este adolescente que poco tiempo atrás era
apenas un zagal que pastoreaba el ganado de su padre medio desnudo – apenas
una pútrida pelliza cubriendo sus cuerpo en crecimiento y un zurrón al hombro
donde guardaba su honda, sus piedras, su queso, sus mendrugos … y poco más …
Yahvé - ya lo sabemos – es caprichoso y a veces pone Su Ojo en quien menos se
podría esperar: ¿un guerrero glorioso?, ¿un aguerrido general?: NO, un
muchacho pastor que apenas ha salido de la pubertad, ese es el que ha elegido
para acabar con esa otra criatura suya, El Gran Goliat … ¡Son las Cosas del
Señor! En La Gran Novela de Su
Creación es El Ser Supremo el Solo y Único Autor – no nos hacemos
responsables de lo que ÉL para sus personajes determine, Carlos Hidalgo tan
sólo está transcribiendo La Palabra de Dios: porque Dios – de alguna manera –
también en la mente de Carlos Hidalgo está - ¡Dios está en todas partes,
incrédulos! – y poco a poco iréis viendo – leyendo – Lo Que Quiso El Señor
que David hiciera con Goliat: os anticipo, por cierto, que no todo en Su
Sagrado Libro está, como poco a poco en esta historia que estoy escribiendo
podréis comprobar: -
¡Di, también, David – reacciona
al fin, tras la parálisis, con una especie de paroxismo histérico Jonatán –
lo que me dijiste a mí sobre el profeta Samuel! Lo que Yahvé le dijo sobre mi padre el
Soberano Saúl, lo que Dios Nuestro Señor al venerable Samuel le pidió: di
cómo el profeta llegó a la casa de tu padre, Jesé, el de Belén, cómo con su
cuerno de aceite, preparado para la Unción, a tu padre por todos sus hijos
preguntó, y a todos tus hermanos mayores los fue descartando porque no estaba
entre ellos el Elegido del Señor, di cómo finalmente te fueron al campo a
buscar, y cómo nada más verte el venerable Samuel, cogió su cuerno de aceite
y a ti se aproximó, y ante toda tu familia y los ancianos de Belén, con el
óleo sagrado te ungió. Di, David: ¿acaso no dijo Samuel: “Este es el que
Yahvé ha elegido” … y Ungido por Yahvé te proclamó? … El rostro del Soberano Saúl está
ahora completamente pálido: como si las palabras de su hijo fueran una lanza
que le hubiera atravesado el corazón, los arrugados rasgos en el rostro del
rey de Israel y de Judá son ahora casi los de un cadáver que se sostuviera
inestablemente en pie antes de yacer en su lecho de muerte … algunos ancianos
del Consejo Real comienzan a desgarrarse las vestiduras como si ya estuvieran
en su propio funeral: pero es hipocresía, claro está, porque todos saben que
este mocoso, este insolente pastor que huele a cabra, carnero, cabrón y oveja
… será el próximo rey de Israel y de Judá, el que a todos los va a pastorear
… -
¡Basta ya de pantomimas,
ancianos! – les conmina David – una muestra más de insubordinación y podéis
estar seguros de que cuando sea Rey de Israel y de Judá a todos por todo esto
os voy a hacer pagar: es inútil que llaméis a la guardia, porque la guardia
obedece ahora a Jonatán, y Jonatán me obedece a mí: ¿acaso pensábais que
íbais a mantener vuestros puestos durante toda la eternidad? ¡No, ancianos! ¡Llegó la hora de la juventud! ¡Llegó la hora de David! ¡Así lo quiere Yahvé Nuestro Señor! ¡Kohath, ven ahora conmigo, y con tu señor
Jonatán! ¡Vas a escribir la respuesta
que al campamento de los filisteos vamos a mandar! … Kohath, al escuchar las palabras
de David, comienza a temblar. ¡No, no quiere volver al campamento de los
filisteos, no quiere volver a ver al Gran Goliat! Teme este anciano, el nuevo heraldo del rey
de Israel y de Juda, como nuevo emisario correr la misma suerte que el
malhadado Jerahmeel. David, al notar su miedo, sonríe socarrón, y le dice: -
No quieres volver al campamento
de esas alimañas, ¿verdad, Kohath? Sí,
ya sé lo que Goliat hizo con Jerahmeel, jeje, pero tú no deberías temer: eres
un viejo ya, y no creo que tu culo esté en peligro, jaja … pero por si acaso,
no te preocupes: no hace falta que vuelvas, ni que lo vuelvas a ver, te juro
que cuando lo veas ya no tendrás de él nada más que temer, Jerahmeel será
vengado, ya lo verás, te lo dice David, que sabe muy bien lo que va a hacer:
yo mismo iré al campamento de los filisteos, yo mismo me presentaré ante el
Gran Goliat, ¡ya está bien de diplomacias y pantomimas! ¡Él mismo me verá y de mi boca la
aceptación a su desafío escuchará! Kohath – ataviado con sus ricas vestiduras de heraldo real – apenas se
atreve a mirar a este extraño muchacho que le habla – que cubre su delgada
desnudez con una pelliza de pastor, que huele a cabra, carnero, cabrón y
oveja … que por algún extraño sortilegio parece haber seducido a su señor el
joven príncipe Jonatán, que es en realidad un pobre pastor de una aldea
miserable de Judá en la que – él no lo sabe aún – Yahvé el Señor de los
Ejércitos ha colocado Su Ojo Omnisciente Que Todo Lo Ve … David desafiará a
Goliat y a todos ellos – eso es al menos lo que ha prometido – los salvará:
¿pero cómo puede ser? Kohath recuerda
lo que Goliat ha hecho con Jerahmeel, su joven jefe y predecesor en el cargo,
y se siente estremecer, ¿cómo es posible que este muchacho pueda derrotar al
Gran Goliat? Mientras caminan por los
pasillos del Palacio después de abandonar la Sala de la Asamblea del Reino de
Israel y de Judá – donde han quedado estupefactos el Soberano Saúl y los
ancianos de su Consejo Real – Kohath se tapa a veces con cierto disimulo la
nariz para intentar que su ofendido olfato no perciba el aroma a cabra,
carnero, cabrón y oveja … a queso rancio y a boñiga de bestia que mezclados
con el aroma de su propio sudor de adolescente silvestre y algún efluvio
sexual procedente de una reciente espermación desprenden el cuerpo y las
pieles que lleva encima el pastor: prescindiendo del protocolo caminan ahora
David y su amado Jonatán – “mi amado”, así lo ha proclamado ante todos ellos
el desvergonzado doncel – y casi inconscientemente sus ojos de anciano se
deslizan por las espaldas de los adolescentes y descienden hacia los culos
que en uno cubre un faldellín de seda carmesí y en el otro la lana pringosa
de su pelliza de pastor: sin que lo pueda evitar y sin ser completamente
consciente de ello su perezosa pinga de anciano andropáusico se empina un
poquito – tras un cosquilleo inicial en sus patéticas pelotas – al pensar que
cuando sean capturados por el Coloso – pues Kohath, que siempre fue escéptico
de las palabras de los profetas, está convencido de que por el contrario el
Gran Goliat será El Final del Reino de Israel y de Judá – estos dos
muchachos, el príncipe y el pastor, serán enculados por la Verga del Que –
enculándolo – ha matado a Jerahmeel … Kohath se siente aliviado al escuchar
el anuncio de que este muchacho - ¡un pobre pastor de Belén de Judá! – se
presentará él mismo en el campamento de los filisteos para al Gran Goliat
desafiar, relevándolo así a él de cualquier protocolaria comunicación
oficial. Mira el anciano heraldo – con disimulada curiosidad – las miradas
que se cruzan los dos adolescentes y cómo los ojos oscuros del príncipe
brillan con una intensidad especial cuando se encuentran con los ojos de
color de miel del pastor: Jonatán despliega su blanca sonrisa de enamorado en
el lienzo del terciopelo moreno de su piel que se tiñe en los pómulos con un
poco de rubor cuando le guiña – pícaro – un ojo su amado pastor: Kohath sabe
lo que ese guiño significa – no es un simple juego entre dos muchachos, es algo más, pero no le corresponde a
él, que no es sacerdote, sobre la moralidad de esta relación sentencia
dictaminar – y aparta la mirada al instante cuando nota en sus ojos la mirada
severa de David – de este pobre pastor que se desenvuelve ya como el Nuevo
Rey de Israel y de Judá – esos ojos que como los de Medusa en piedra podrían
convertir a los ojos que una mirada en sus ojos se atrevan a sostener … -
Vete ya, Kohath, déjanos solos
ahora, al príncipe Jonatán y a mí … -
S-Sí … Se-Señor David … Jonatán mira al heraldo y ante una breve mirada suya asiente,
confirmando la disposición del Amado Pastor de Su Corazón: -
Sí, Kohath, puedes irte … -
Sí … Señor Jonatán … Cuando el anciano se marcha
quedan a solas, en este pasillo que comunica la puerta principal del Palacio
con la Sala de la Asamblea del Reino de Israel y de Judá, el príncipe
Jonatán, hijo del Soberano Saúl, y David – un simple pastor – hijo de Jesé,
el de Belén: a la luz de las teas que lanzan sus destellos sobre la penumbra
del pasillo David toma fuertemente por el brazo de Jonatán y lo empuja hacia
una alcoba adyacente por cuya puerta lo hace entrar … -
Vamos, tengo ganas de tomarte
otra vez … -
¡No, David! ¡Otra vez no! Me duele mucho, David, todavía siento el
dolor … si me vuelves a tomar … mis piernas me flaquearán, no podré ni
siquiera andar … -
¡Ja, ja, qué poco aguante
tienes, joder! Todavía te sigue
doliendo, y eso que no es la primera vez … -
¡La tienes muy grande! Y parece que nunca te vas a saciar … -
Bueeenooo … está bien … te haré el amor, entonces, y no podrás
entonces decir que David es un cabrón que sólo quiere encularte como si
fueras una cabra … ¿no me dijiste eso, una vez? … te hareeeé el amooor … ¡joder! -
¡Ssshh! ¡Cállate!
¡Te pueden oír! Mi padre y los
ancianos están aún allí … David, con sonrisa de sátiro,
empuja a Jonatán hacia las sombras de la estancia y lo hace tenderse sobre
una especie de lecho nupcial … “Mmm … no está mal esta cama … ¿Quiénes
dormían aquí?” “Jerahmeel y su joven
esposa, Athalía …” “Jerahmeel, ¿el
heraldo? ¿el que Goliat mató con Su
Verga?” “Sí, el pobre Jerahmeel
…” “Y la joven viuda, ¿ya no duerme
aquí?” “No, David, claro que no, ¿cómo
podría? Volvió a la casa de su padre,
tras el óbito de Jerahmeel …” “Es
guapa, supongo, esa Athalía …” “Sí,
muy guapa, pero a ti, ¿qué más te da?
No me dirás que …” “Ssshh …
calla, y túmbate ahí …” A la luz de un pequeño candil,
David se desprende de sus pieles de pastor, desnudándose ante Jonatán … el
cuerpo del adolescente pastor es de estatura regular, tirando a pequeña, de
tal manera que visto de lejos casi con el de un niño se le podría confundir,
pero es proporcionado y de músculos bien definidos – pura fibra de una
alimentación frugal pero lo suficientemente proteínica para insuflarles
energía y vigor – pero su miembro viril en completa erección no es, en
absoluto, algo que se pueda desdeñar, como sabe muy bien – por haberlo
probado en su culo – el joven príncipe Jonatán … la prolongada polla del
pastor – empalmada – le llega casi al esternón, donde su cabeza percute con
el pulso de su corazón … el cuerpo de Jonatán – tendido y desnudo también ya
– excita extraordinariamente a David: las ondulación ligeramente andrógina de
la principesca carne, la morena tersura aterciopelada de su piel, la
complexión prácticamente impúber, encandilan al pastor … y si es agraciado
David, mucho más hermoso – con esa hermosura ambigua – es sin duda Jonatán: los
pétalos de la pulpa de sus labios se abren suspirando cuando descienden hacia
ellos los labios de David … que lo besa, con dulce ternura , por primera vez
… al sentir en su boca la boca del amado, nunca antes así, Jonatán siente,
suspirando, que por primera vez David le hace el amor … las lenguas de los
muchachos juegan, deleitándose y deleitosas, el juego del adolescente amor … -
Mmmm … oh David … David … nunca
me has besado antes … nunca me has besado así … -
Es igual … siempre dirás que
soy un bestia … un animal … que no sé hacerte
el amor … -
Mmmm … nooo … amoor míoo … nooo
… me gusta … me gusta asíííí … así … asííí … -
¿Te gusta que te toque las
tetillas? … -
Mmm … ssííí … ssíííí … síííí … síííííííí
… -
Sshh … calla, joder, nos van a
oír … nos van a descubrir … tu padre y esos putos viejos … -
Sí … sí … sshhh … ssííí … pero
no lo llames así, amor mío, son los ancianos del Consejo … -
Sshh … concéntrate, joder …
cuando yo sea el rey, a todos los destituiré … ¡putos viejos! -
Síí … sííí … sííí … Las manos encallecidas del
pequeño pastor tocan como las cuerdas de un instrumento las más íntimas
fibras del cuerpo del príncipe heredero del Reino de Israel y de Judá, sus
labios y su lengua se deslizan por cada pulgada de la piel aterciopelada de
Jonatán, cuando los suspiros del príncipe se elevan a gritos de excitación
los dedos de David se posan en su boca poderosos para hacerla callar, y
entonces le picotea la piel del cuello con pequeños mordiscos que si la
complexión del príncipe fuese más clara dejarían visible señal … -
Ah … ah … ah … ah … -
Mataré a Goliat … Jonatán … lo
mataré en tu honor … lo mataré para ti … -
Aahh … aahh … aahh … ¿lo
matarás, David? … ¿nos librarás de Él? … -
Sí … lo mataré … pero antes …
delante de todos los filisteos … lo humillaré … -
¿Cómo? … ¿cómo lo humillarás? …
¿qué le vas a hacer? … -
Lo encularé … lo castraré … le
cortaré la cabeza … lo despellejaré … lo destriparé… lo descuartizaré … -
Aaahhh … ¿todo eso le harás,
amor mío? … ¿crees … crees que podrás? … David alza entonces la cabeza y
mira un momento el candil que pende al lado del lecho, y comprueba que hay
aún más que suficiente aceite en él: sopla entonces para apagar la llama y
desliza sus dedos por el aceite hasta pringarlos completamente, después
extiende el lubricante por los dilatados labios anales de Jonatán, para
posteriormente untarse el poderoso miembro desde la cabeza pulsante hasta la
raíz … y comienza a empujar … -
Aaaaaahhhhh … -
¡Calla, joder! Nos van a escuchar … -
Aaaahhh … aaahhh … aahhh … |