FBI Blues VIII El profesor X-San observó detenidamente la imagen de Daniel di
Lorenzo, el joven agente del FBI capturado por los hombres del más poderoso
clan de la Yakuza, inmediatamente después de
que la descomunal verga del gran oyabun Morimoto Kenzo lo sodomizara de
manera tan contundente que, tras aquella traumática experiencia, Danny
permanecería ya en un estado de patética degradación, algunas veces en un
duermevela idiotizado en el que balbuceaba incoherencias, otras en que los
espasmos de dolor – especialmente al defecar – le arrancaban gritos
desesperados, como si un cuchillo estuviese desgarrándole las entrañas,
algunas en que las alucinaciones le hacían también gritar ante el espanto aún
por llegar que estas auguraban, las menos de las veces en plácido reposo –
inducido por drogas analgésicas – entre los brazos de su compañero Zacharias
Hightower, el único que conseguía calmarlo y devolverlo esporádicamente a
ciertos momentos de lucidez, incluso de esperanza. Si pudiéramos llamar lucidez,
en su circunstancia, a esa esperanza. “Fíjese,
Hidalgo-San, en el contraste tan intenso entre estas dos fotografías,”
prosiguió el profesor X-San al detenerse con pausado deleite en aquellas
imágenes – tan apreciadas por él – que mostraban primeros planos de los
cuerpos, pero especialmente de los rostros de los hombres que el gran oyabun
Morimoto Kenzo había ensartado fatídicamente con su Verga en la habitación de
paredes tapizadas de terciopelo negro. “Este era el joven Danny di Lorenzo en
plenas facultades operativas como agente del FBI de los Estados Unidos de
América: a pesar de ser una fotografía oficial hay algo encantadoramente
espontáneo en él, esa vivacidad en la mirada juvenil de sus hermosos ojos
glaucos, esa tonalidad rosácea de sus pómulos y mejillas en el fino lienzo de
su pálida piel, esa sonrisa casi adolescente que al desplegar sus labios
ofrece el blanquísimo marfil de sus dientes casi perfectos, tan armónicamente
dispuestos en una boca que parece invitarnos al disfrute del beso. Este
hombre, Hidalgo-San, estaba en la plenitud de su juventud, era un joven macho
perfectamente programado por la madre naturaleza para la seducción del sexo
opuesto, para la transmisión de su material genético a la posteridad mediante
la procreación de individuos de su estirpe en el seno de un útero acogedor.
Ignoro, amigo mío, si este joven guardián de la ley y el orden de su país,
policía del mundo, tuvo el deseo de procrear – pues ocasiones sin duda no debieron
faltarle – y garantizar así la perpetuación de su apellido. Si no lo tuvo, si
no llegó a engendrar un nuevo o una nueva Di Lorenzo en vientre de mujer, parece evidente que –
tras su encuentro con el gran oyabun Morimoto Kenzo – tal posibilidad quedó completamente
descartada … y no sólo porque el afilado cuchillo de Takahashi Koji le
extirpase de raíz posteriormente su pene y sus testículos, sino porque – al
igual que les sucede a muchos hombres que sufren tan traumática experiencia –
es prácticamente imposible que, tras ser enculados, envergados o eviscerados
de esa manera puedan volver a encontrar algún placer en cualquier actividad
sexual que no sea – en casos especiales – el de ser prostáticamente
estimulados por la acción de una nueva verga dominante, y de tamaño no
inferior a la que de esta forma tan contundente los enculó, envergó o
evisceró.” Debo decir,
por supuesto, que estas son mis palabras y que de alguna manera recrean en
alambicado español lo que el profesor X-San expresó en un mucho más conciso y
preciso inglés que transmitía, al hablar, la concisión y precisión de su
pensamiento japonés. Abrí entonces los ojos y la boca – en un gesto de
asombro melodramático que había observado en los actores del teatro “kabuki”
– ante aquella aseveración del ilustre profesor de historia de la
criminalidad y antropología de la Universidad de Kyoto, especialista en
historia de la Yakuza, cuyos diarios personales, base de sus informes
secretos para el Ministerio del Interior del Reino de Su Majestad Imperial
del Japón constituyen – como espero no hayan olvidado mis amables y pacientes
lectores – la base documental para estos relatos de los magníficos triunfos –
otros los llamarán, ya lo sé, perversos actos de criminal sadismo – del gran
oyabun Morimoto Kenzo. “Observe en cambio, Hidalgo-San, el rostro de Danny
en esta imagen: si no supiéramos que todavía conservaba rescoldos de su
aliento vital tras ser sexualmente sometido por el poderoso miembro del
hombre que lo estupró, llegaríamos a la conclusión de que estamos
contemplando la cara de un cadáver: la glauca vivacidad de su mirada en la
foto anterior aparece en esta instantánea completamente apagada en el único
de sus ojos que permanece abierto, los pétalos rosáceos de pómulos y mejillas
han desaparecido totalmente y más que pálido, el fino lienzo de la piel
juvenil se ha tornado ahora mortecino, macilento, sí, casi cadavérico. Pero
Danny vivía aún en este instante, de hecho seguiría viviendo durante algunos
días o semanas más, si bien ya en un estado irreversible que casi podríamos
calificar como subhumano, como si de alguna manera el gran oyabun Morimoto
Kenzo, al violar a nuestro joven policía, al someterlo sexualmente de aquella
manera, lo hubiera dejado zombificado. Observe su boca flácidamente
entreabierta, el mentón descolgado, la baba que le fluye por la barbilla, el
moco que le pende de los orificios de la nariz …” Danny di
Lorenzo, tras el brutal proceso de su desvirgamiento anal, perdió el
conocimiento durante largo tiempo, y durante aquel prolongado lapso le fueron
tomadas algunas fotografías y videogramas, entre las que se encontraba la que
el profesor X-San en ese momento me mostraba: al igual que los demás hombres
estuprados en aquella llamada “fuck room” nuestro joven agente del FBI, tras
ser violado, fue colocado sobre el catafalco elevado y tapizado de terciopelo
negro, tendido con el torso levantado y apoyado en unos almohadones blancos
rellenos de plumas que sostenían su desmayada cabeza con la cara – tan
pálida, tan patética, tan purgada de todo asomo de vitalidad – en disposición
de someterse a los flashes de aquella sesión fotográfica. “Parece
haber envejecido también, ¿verdad? Sí,
he observado detenidamente ese efecto físico en otros hombres apalizados y
violados por el gran oyabun Morimoto Kenzo: se manifestó en Azuma Toshitami,
el superagente de la policía japonesa eliminado por el gran oyabun cuando
todos creían que era el hombre providencial que iba a someter a la Yakuza al
Imperio de la Ley para toda la eternidad; se observó muy visiblemente en este
mismo recinto en los rasgos macerados y descompuestos del turco-armenio Mahmut
Ulubabayan, el poderoso traficante de armas, drogas y esclavas sexuales que
también encontró en el gran oyabun su crudelísimo destino; al igual que los
golpes y la Verga de Morimoto Kenzo succionaron igualmente lo que aún le
quedaba de juventud de Jack Taylor, “El Americano” tan temido por todos hasta
que el Gran Jefe de la Yakuza lo destruyó por completo … y desde luego –
ahora lo verá – a ese efecto senilizante en su compostura facial tras su
encuentro con el gran oyabun no fue ajeno Zacharias Hightower, el gran
compañero negro del joven Danny en esta malograda y malhadada empresa como
agentes del FBI en misión especial en el exterior – “gran compañero” en todos
los sentidos, ya lo comprobará a medida que avance nuestro relato … Todos
estos hombres, no obstante, más que jóvenes podía decirse que estaban en la
cúspide de su madurez, en el culmen de una espléndida masculinidad, alguno de
ellos tal vez lentamente avanzando hacia un leve principio de decadencia
física pero sin que ello restara ni un ápice a la vigorosa constitución de
sus cuerpos y a la fortaleza de sus mentes en el momento fatal en que
tuvieron que afrontar el mayor desafío de sus vidas: Morimoto Kenzo. Y ante
ese desafío sus vidas sucumbieron, sus cuerpos y sus mentes se desmoronaron,
su hálito vital se apagó para siempre, en este mundo al menos. Tal vez haya
una especie de Hades, para estos colosos derrotados, en alguna otra dimensión
… o tal vez la nada los envolvió y sólo estas líneas que usted va escribiendo,
Hidalgo-San, hagan honor a su recuerdo. ¿Pero Danny? Danny fue una excepción … “De alguna
manera podría decirse que Daniel di Lorenzo fue un pequeño capricho del gran
oyabun, un bocado delicioso que decidió probar sabiendo muy bien que estaba a
una distancia sideral de los platos fuertes que constituían su dieta
habitual: aquellos hombres que al menos por su fuerza o corpulencia podrían
considerarse dignos de enfrentarse a él, aunque estuvieran fatalmente
destinados a la destrucción en esa brutal colisión. Danny nunca estuvo en
disposición de luchar contra enemigo tan formidable: su debilidad y cobardía
fueron evidentes desde el mismo momento en que fue capturado – junto a su
compañero Hightower – en las gradas de la sala de combates clandestinos del
pabellón polideportivo donde asistían a estos encuentros fatales ya más como
subyugados espectadores apostantes que como agentes investigadores tras la
pista de los tentáculos de la Yakuza y particularmente de los asesinos de
Ishikawa en ese turbio microcosmos de los subterráneos de Seúl. Las piernas
de Danny empezaron a temblar nada más sentir en su espina dorsal la presión
de la pistola de su captor y la voz en inglés de Beom Seok Kim que con
exquisita educación pero con total determinación le conminaba, sencillamente,
a seguir sus instrucciones, a obedecer sus órdenes. Al instante comprendió
todo lo que aquello significaba: una parte de su mente había presentido el
peligro desde mucho antes, pero de alguna manera el joven agente del FBI –
bien pasado ya el ecuador de su tercera y última década de vida – mantenía en
inestable equilibrio, alterado bastantes veces por el consumo habitual de
cocaína, un neuroticismo adolescente que le impedía ser totalmente consciente
de los importantísimos riesgos que aquella operación policial
extraterritorial conllevaba. Hasta que ya fue demasiado tarde se diría que
Danny no despertó – con el violento golpe de la brutal realidad – de la
sensación de hallarse en un episodio más de un telefilme a color a lo “Miami
Vice” en el que él imitaba a veces de manera casi inconsciente gestos o poses
de James “Sonny” Crockett, uno de
sus personajes de ficción favoritos cuando era un muchachito. Lamentablemente para él, esto no era un
telefilme, esto no era una ficción, y su cuerpo, su carne, su mente, su
espíritu … lo iban a experimentar en toda su crudelísima intensidad. “Tras ser
violado por Morimoto Kenzo, las piernas de Danny dejaron de funcionar – o al
menos dejaron parcialmente de funcionar – dejándolo en un estado de práctica
invalidez. Ya habíamos observado esto en otros hombres apalizados y
sodomizados por el gran oyabun, pero nunca de una manera tan dramáticamente
evidente como en el joven Daniel di Lorenzo. Durante todo el resto de su
cautiverio y hasta poco antes del momento de su compartida ejecución, tuvo
que ser asistido en sus funciones motrices básicas por su compañero Zacharias
Hightower: podríamos aseverar que no sólo en el sentido físico sino también
en el psicológico, el gran coloso negro fue como la alta torre de ébano en la que el joven policía apoyó al menos
los escombros de su pequeña torre de marfil destrozada. El joven boxeador
de los pesos pesados de musculatura y estatura colosal que tan dignamente se
midió en el ring con el gran Muhammad Ali cuando éste llevaba aún su indigno
“nombre de esclavo” Cassius Clay; el gran
sargento negro de su destacamento
del Ejército de los Estados Unidos en Corea del Sur que consiguió aprender y
memorizar algunas frases en coreano al interaccionar desprejuiciadamente con los oficiales y soldados nativos; el
mediocre oficial del FBI que muchos años después pensó – llevado por cierta
vanagloria acomplejada de descendiente de esclavos trabajando en un cuerpo
policial compuesto abrumadoramente por blancos – que con aquel insignificante
y deficiente bagaje de conocimiento de una lengua tan exóticamente extranjera
su oído de sabueso podría captar en los ambientes sórdidos de las mafias
locales palabras con datos significativos que le pusieran tras la pista de
los asesinos del ciudadano estadounidense llamado Ishikawa … Sí, Hidalgo-San,
podríamos decir que aquel gigante de
ébano llamado Zacharias Hightower nunca demostró mayor grandeza – de corazón,
de espíritu, de fortaleza ante la adversidad pese a la destrucción final –
que en aquellos últimos días, en aquellas últimas semanas de su vida en que
tras los atolondrados errores cometidos en una operación policial tan
desastrosamente ejecutada las vicisitudes de su malograda misión lo llevaron
finalmente a su destino: consolar, primero, de todas las maneras posibles, a
su joven compañero quebrado mental – más que físicamente – por la tortura
sexual del gran oyabun Morimoto Kenzo; afrontar después su propio encuentro
fatal con el Gran Jefe de la Yakuza antes de que éste lo enviara – como al
gran guerrero africano que finalmente demostró ser – a un Hades improbable o
a su mucho más probable desintegración en la Nada del Cosmos …” Sí, ya sé
que a mis pacientes lectores les cuesta trabajo pensar que el profesor X-San
se expresara de manera tan alambicada al hacerme partícipe de lo que el Gran
Oyabun de la Yakuza hizo respectivamente con los agentes del FBI llamados
Zacharias Hightower y Daniel di Lorenzo. Pero recuerden que soy yo, Carlos
Hidalgo, prosista y poeta barroco mexicano de la segunda mitad del siglo XX,
el que a través de mis palabras les voy llevando en esta serie que he
titulado “Yakuza” – y particularmente en estos episodios que he llamado “FBI
Blues” – por las peripecias de todos estos hombres a través del laberinto en
el que se ellos mismos – pensando que lo hacían por su propia voluntad – se
introdujeron para encontrar allí a su Minotauro: Morimoto Kenzo. Son mis
palabras como el hilo de Ariadna que quiere conducirles a ustedes por los
recovecos de este laberinto en el que estos hombres encontraron su
crudelísimo final, del que nunca pudieron salir más que con los pies por
delante tras su encuentro con el Monstruo. Mis digresiones poéticas, mis
vocablos de tiempos pretéritos, mis metáforas o alegorías sólo pretenden la
búsqueda de la belleza en el relato – nunca perderles en el transcurso del
mismo, al menos, eso espero – y con ello quiero hacer honor a la hermosura –
sí, incluso de los aparentemente más bestiales y menos hermosos – y a la
vigorosa constitución física de estos hombres entregados – algunos tal vez de
manera autoconsciente – al Minotauro. Danny di
Lorenzo, la víctima más débil de todas las sacrificadas por Morimoto Kenzo
quedó, de alguna manera, idiotizada tras experimentar lo que era ser
analmente poseído por la Verga del gran oyabun. Ya indicamos en el capítulo
anterior que – tras superar las etapas más agónicamente dolorosas del
enculamiento – mientras sus vísceras eran recolocadas y las últimas fibras
del colon desgarradas – cuando el cuerpo de nuestro joven policía, retorcido
en contorsión agónica sobre el catafalco de terciopelo negro, era ya incapaz
de alojar una sola pulgada más de una Verga cuya cabeza inflamada presionaba
el ovillo intestinal contra el estómago, haciéndolo boquear, produciéndole
arcadas, sumiéndolo a veces en breves lapsos de inconsciencia que un nuevo
grito de dolor agónico sacudía poco después … Danny comenzó a envergar: su
modesto apéndice genital se levantó por encima de los pequeños testículos que
de manera claramente visible comenzaron a destilar su jugo viril … El agente Daniel di Lorenzo, como antes
otros hombres envergados por Morimoto Kenzo, se corría mientras era follado
parsimoniosamente – casi amorosamente
ya – por el gran oyabun. Y si Danny hubiese estado lo suficientemente lúcido
entonces hubiera tenido que admitir – por mucho que le avergonzara – que al
menos en aquel momento le estaba gustando, pues podía decirse que sonreía,
sí, con sonrisa de idiota, con la mirada perdida, con el gesto alienado, pero
casi agradecido … Manchas de
sangre, semen y mierda quedaron sobre el terciopelo negro del estrado, del
catafalco … el apéndice colorrectal casi eviscerado del joven agente del FBI
asomaba, como un pequeño rabo tumescente y pulsante, entre sus piernas
abiertas, mientras soltaba con intermitentes flatulencias el calostro caliente
– o al menos una parte de él – con el que el gran oyabun Morimoto Kenzo había
irrigado sus entrañas … Varias fotografías y capturas de videocámara le
fueron tomadas por Beom Seok Kim en tan obscena pose aunque nuestro joven
policía apenas fuera consciente de ello en su deplorable estado físico y
mental: mientras el superintendente general de la policía de Corea del Sur –
totalmente entregado al servicio de la Yakuza y sobre todo a su propio
provecho – captaba en primeros planos los demoledores efectos de su
desfloramiento, Danny gemía, babeaba, sin que apenas le quedaran fuerzas para
sollozar, parecía a veces hablar consigo mismo, balbuceando, murmurando
incoherencias … -
M-mm-mmm … Momm … Mommm … Mooommyyy … Sí: en su delirio, Daniel di Lorenzo, agente del FBI – regresionado a la
infancia como efecto psicológico de su brutal violación – llamaba a su madre,
a su mamita … Mientras Danny
mostraba estos síntomas de regresión psíquica a esa etapa anterior a su
desarrollo como individuo adulto, Zacharias Hightower estrenó la
celda-dormitorio que iban a compartir durante todos esos días de su
cautiverio antes de su igualmente compartida ejecución: el lugar donde nuestros
dos agentes del FBI estrecharían – como nunca antes jamás – el vínculo humano
que les unía de una manera tan íntima e irreversible que iría mucho más allá
de cualquier tipo de relación estrictamente profesional. Y de eso – también
como evidencia para la posteridad – dejarían gráfico testimonio ocultas
videocámaras con técnicas de captura de imágenes de alta fidelidad desarrolladas con la más avanzada tecnología
audiovisual de la Corea del Sur de aquellos años gloriosos de su
hiperdesarrollo capitalista. -
I hope you find your room comfortable, Mr. Hightower. Beom Seok Kim observa con extraña fascinación a este hombre
de piel de ébano y músculos de coloso, a este gigante de casi dos metros de
altura sentado sobre la cama de sabanas planchadas e impolutas, con sus
larguísimas piernas extendidas y los enormes pies desnudos apoyados en el felpudo
de lana negra mientras va desentumeciendo sus dedos y tendones tras ser
liberado de los grilletes que durante horas han atenazado sus tobillos. Le han
quitado también las esposas que aprisionaban sus muñecas y prácticamente este
ex-boxeador de los pesos pesados, este experto en artes marciales mixtas
hubiera podido – de habérselo propuesto – hacer picadillo con una sola mano
libre a este coreano pequeño – apenas tal vez 1´64 m. – y con evidente
sobrepeso que a pesar de su desventaja física le excede ampliamente en
inteligencia pues no por cualquier cosa es el superintendente general de la
policía de Corea del Sur, el alto funcionario que conoce los secretos más
importantes del país y, sobre todo – por lo que a nuestros heroicos agentes del FBI respecta
- el hombre que los ha capturado para
el gran oyabun Morimoto Kenzo. -
Where is Danny? … Zack Hightower mira fijamente a su captor, con los músculos
faciales de la frente y el entrecejo fruncidos en un gesto de cólera, de ira,
de indignación a duras penas contenida, con los dientes de la poderosa
mandíbula apretados, con el herido resentimiento de una fiera magnífica
atrapada por un experto cazador: SÍ … si pudiera, con una sola mano mataría a
este hombre, o al menos lo dejaría malherido antes de que sus esbirros se
lanzaran sobre él para inmovilizarlo o lo acribillaran a balazos como a un
oso salvaje y furioso que lanza sus últimas dentelladas antes de sucumbir a
los cazadores … ¿pero de qué serviría? … ¿qué sentido tendría? … Zack
Hightower, a pesar de sus limitaciones intelectuales sabe que, de momento,
esa sería una demostración absurda de heroicidad suicida, sabe que su vida es
lo suficientemente preciosa para intentar conservarla en estas circunstancias
el mayor tiempo posible, sabe aquello de que la esperanza es lo último
que se pierde y contiene, por tanto, su furor, para reformular su
pregunta: -
Where is my friend? … Beom Seok Kim sonríe. Supo, desde el primer momento, que
este hombre está hecho de una pasta muy diferente a la del otro, que el
oficial Zacharias Hightower del FBI es un tipo de una envergadura física y
moral – pese a sus indicios de corruptibilidad en el mundo subterráneo de las
apuestas en las luchas a muerte – muy distinta a la de su joven compañero.
Beom Seok Kim admira a este tipo de hombres, sean policías o delincuentes,
héroes o villanos, estén en el lado claro o en el lado oscuro de la
fuerza. Sabe muy bien que para el gran oyabun Morimoto Kenzo este hombre
será su plato fuerte, después del aperitivo del otro. -
You don´t have to worry, Mr. Hightower … he is alive … Zacharias Hightower, bajo la supervisora persuasión de las
pistolas primero, con resignado convencimiento después – y cómo él mismo le
pidió encarecidamente a su compañero que hiciera sin oponer inútil
resistencia – ha comenzado, siguiendo las instrucciones de su captor, a desprenderse
de su ropa: primero la chaqueta de holgadas hombreras, a continuación la
corbata, que desanuda de su cuello de coloso, la camisa después … ofreciendo en
sucesivos pasos la magnificencia de su torso comprimido por el blanco algodón
elástico de una camiseta de tirantes que deja al descubierto la poderosa
musculatura de hombros y brazos, desvelando el canalillo de los cincelados
pectorales … finalmente, introduciendo sus largos dedos de boxeador por
debajo del cinturón de sus pantalones agarra el borde inferior de esa prenda
interior y la va alzando por el musculado torso hasta sacársela por los
brazos alzados … Ante aquella exhibición de la excelencia de la carne de
culturista natural bajo la piel negra descubierta, Beom Seok Kim manifiesta,
boquiabierto, su admiración: -
You are a supreme specimen of manhood, Mr. Hightower. I always thought
there is something … superior … in the bodies of most of the men of your race
… and in your case, that “something” is absolutely evident … so please don´t
take it personally when The Most Honorable Morimoto Kenzo begins to … play
with you … in his brutal, disrespectful ways he always likes to try to
diminish his opponents´ self-confidence by talking rudely to them, playing
some sort of pranks on them while he is beating them up, that way he tries to
humiliate them by making them feel like animals that don´t deserve the
greatest gift of all – LIFE – and therefore must ultimately submit to the
slaughter … -
WHERE IS MY FRIEND??!! … WHERE THE FUCK IS MY FRIEND, YOU TRAITOR BITCH??!!
… Zacharias Hightower comenzó entonces, tras la pérdida momentánea de su
contención, a hiperventilar levemente, sus puños enormes – “puños de acero” –
se comprimieron en instintiva amenaza al escuchar la última palabra de la
perorata del untuoso Beom Seok Kim. De alguna manera, escuchar la voz
sibilante y ligeramente afeminada de aquel hombre expresándose de aquella
manera en inglés le levantaba el estómago, le daba naúseas, pero sabía muy
bien que – para no empeorar aún más su situación y la de su compañero en
desventura – debía hacer un concienzudo ejercicio de contención de la ira, no
provocar una reacción de sus captores que le llevase a una destrucción
prematura o a un nivel de sufrimiento previo innecesario. Zack Hightower no
era un tipo especialmente dotado desde el punto de vista intelectual, pero su
instinto básico de conservación y su elemental capacidad de razonamiento le
llevaban a esa conclusión … -
Where is my friend? … Where is Danny? … Please, sir, tell me … Beom Seok Kim sonrió: -
Mr. Hightower … please, take off your trousers … Por un instante el capturado oficial del FBI Zacharias Hightower
permaneció en silencio, como alelado, su mandíbula se destensó mientras
soltaba aire lentamente por los amplios orificios de su nariz de boxeador
negro, casi gorilescamente dilatados en su previo arrebato de ansiosa furia,
inspiró y expiró profundamente mientras el hombre que había provocado su ira
contemplaba el movimiento de sus magníficos pectorales, la compresión y
descompresión de sus músculos de ébano en el torso hercúleo, en los brazos … -
Yess … yes, sir … please, just tell me … Beom Seok Kim respondió:
-
He is alive … but he is not well … Los grandes ojos castaños de Zack Hightower – que parecían
totalmente negros ahora por la dilatación pupilar – parecían traspasar los
ojillos orientales del superintendente general de la policía de Corea del
Sur. La mirada de aquel hombre de estatura colosal y extraordinaria
corpulencia parecía casi suplicante ahora, esperando de la boca de su captor
palabras que aliviaran la ansiedad de su alma … -
H-He was … he was … ra-raped?? … Zack Hightower se humedeció levemente con la punta de la lengua sus gruesos labios africanos, que estaban
como su garganta: casi resecos – el corazón le latía con fuerza en la amplia
cavidad de su noble pecho … -
Of course, Mr. Hightower … he was raped … The Most Honorable Morimoto
Kenzo took him up the ass … at His Will, as was determined … it has been a
most traumatic experience for him, as was expected taking into account the …
dimensions of the Virile Member of the Most Honorable … and the fact that, as
he previously and truthfully asserted … he was an anal virgin … Los grandes ojos africanos del agente del FBI Zacharias Hightower se humedecieron entonces, su corazón
pareció encogerse y detenerse en su apresurado batir contra las amplias
costillas de su torso magnífico, su alma noble empatizó con el sufrimiento de
su compañero al imaginar su tormento, es posible que si alguno de sus
captores le hubiera ofrecido la posibilidad de sustituir a su joven amigo en
el sacrificio lo hubiera hecho, pero ahora era muy tarde ya: sabía muy bien
que Danny jamás se recuperaría de trance tan truculento; de alguna forma, a
lo largo de los pocos años en que habían compartido el trabajo, había llegado
a conocer muy bien a su compañero: intuía de manera muy profunda lo que
suponía “ser un hombre” para Danny y lo que conllevaba “dejar de serlo” … él,
en cambio … había tenido inconfesadas aventuras homoeróticas en su primera
juventud – por dinero, se decía a sí mismo, porque la vida era dura en
Harlem, el trabajo ingrato, mal pagado o escaso, él era pobre y sabía dónde
algunos hombres blancos buscaban chicos negros, pero nunca jamás dejó que le
dieran, ni siquiera que le tocaran … ahí
… NO, eso era sagrado para él: el joven Zack Hightower – de manera breve y
esporádica y porque tenía que “buscarse la vida” se folló a algunos hombres –
y no le disgustó – pero nunca, NUNCA se dejó follar por ninguno … Zack
Hightower tenía también su alto concepto de lo que suponía “ser un hombre” y
JAMÁS hubiera aceptado ni todo el oro del mundo por renunciar a su propio
tesoro, a su propia virginidad anal … Temía, no obstante, que en el laberinto
de Minotauro, su propio sacrificio sería igualmente – en todos los sentidos –
consumado … su enorme verga negra entonces, bajo el pantalón, y sin que él
fuera del todo consciente, comenzó a endurecerse … -
Mr. Hightower … your trousers, please … El oficial
capturado del FBI Zacharias Hightower, como saliendo de un ensueño, volvió a
mirar entonces, como alelado, al hombre que de manera tan educada le pedía
que se desprendiera de sus pantalones para ya nunca jamás recuperarlos, pues
en este laberinto de Minotauro los hombres que van a ser entregados a la
Bestia ya nunca más volverán a vestirse por los pies pues de aquí saldrán
desnudos y con esos pies por delante … -
Yess … yes … Sus largos dedos de boxeador, como autómatas, desabrocharon la hebilla
de su cinturón, aflojando sus pantalones en torno a la atlética cintura que
delimitaba el torso hercúleo de los poderosos glúteos, se detuvieron un poco
antes de comenzar a desprender los botones de la bragueta, donde parecieron
vacilar con leve temblor, pero a medida que el oficial Zacharias Hightower
iba despejando su entrepierna Beom Seok Kim pudo ir apreciando la
extraordinaria voluminosidad de lo que antes disimulaba la holgura de los
pantalones y ahora ante su vista fascinada aparecía … comprimidos bajo el
blanco algodón de unos calzoncillos de amplia huevera, la verga levemente
estimulada y los cojones hiperbólicos del veterano oficial del FBI capturado
parecían pulsar intermitentemente con los latidos de su corazón … -
Wow … Mister Hightower … so ALL OF THAT
is … yours … Zacharias Hightower, pese a su lejana experiencia de juventud – casi de
adolescencia – con hombres que más o menos le habían dicho esas mismas
palabras al descubrir en la intimidad de una habitación clandestina lo que
atesoraba entre sus largas piernas y ellos estaban dispuestos a admitir, pese
al riesgo de quedar quebrados, en sus entrañas … al escuchar aquel lejano eco
reproducido en los labios de Beom Seok Kim, su captor, sintió vergüenza y se
ruborizó entonces, tantos años después, como lo hacía cuando era un muchacho
y aquellos hombres le elogiaban, gratamente sorprendidos, las dimensiones de
su masculinidad, tan en proporción con las de su cuerpo … se ruborizó, sí,
como un negro puede ruborizarse, claro, bajo la intensa melanina de su
epidermis … -
And you seem a little bit … enhanced … under the present circumstances … I think
you are beginning to feel comfortable in this room, Mr. Hightower, and that
after all the stressful days – and especially these last stressful hours that
you have endured you need some sort of … release … put yourself at ease and
try to take the most of the days to come … I think you will, for you are that
sort of man, and you will not disappoint us … El oficial capturado del FBI
Zacharias Hightower, todavía sentado en la cama, alzó un poco sus poderosos
glúteos para deslizar bajo ellos la parte posterior de sus pantalones, que
fue deslizando por sus largas piernas hasta sacárselos completamente por sus
grandes pies desnudos … quedó en sus calzoncillos de blanco algodón, de
estilo un poco anticuado, como si los hubiera heredado de su abuelo, pero eso
sí, perfectamente inmaculados, lo que nos habla de un hombre – pese los
posibles prejuicios sobre su raza y origen, ya me entienden mis pacientes
lectores – que desde muy jovencito fue educado por sus padres en la necesidad
de mantenerse limpio por fuera y por dentro, por mucha suciedad que hubiera a
su alrededor. La amplia huevera de la íntima prenda, sin embargo, parecía
insuficiente para albergar en su totalidad el volumen de su dotación
testicular, y así sus negros cojones sobresalían un poco por los bordes, como
buscando un poco de aire, mientras la poderosa cabeza de su verga
circuncidada parecía buscar lo mismo por la parte superior … -
And I can see, Mr. Hightower, that the popular assumption regarding the genital endowment
of the men of your race can not be
proven to be a myth, in your case … -
Please, ssir … let me … keep these … -
Stand up, Mr. Hightower, please … El aparentemente extraño acontecimiento de que un hombre de
extraordinaria corpulencia, un auténtico coloso de 1´98 m. de altura y
músculos impresionantes obedezca pasivamente las indicaciones que le va dando
otro hombre de 1´64 m. con un cuerpo de fofos contornos – modelados por el
sedentarismo de un funcionario de despacho – y tendencia a la obesidad parece
en principio inexplicable si no conociéramos el principio psicológico básico
de que una mente superior puede dominar a una mente notablemente inferior a
ella: el agente del FBI Zacharias Hightower no era ningún imbécil pero la
mediocridad de sus esquemas mentales, la básica sencillez de su psiquis masculina le hizo ser presa fácil
desde el primer momento para la superdotación neuronal que el superintendente
general de la policía de Corea del Sur poseía en el interior de su cráneo. No
hubieran sido necesarias las pistolas preparadas en las manos de los sicarios
de Beom Seok Kim: el capturado agente del FBI Zacharias Hightower hubiera
obedecido igual. -
Yess, yes … La alta
torre de ébano musculado se alza de la cama en la que estaba aposentada: Zack
Hightower se levanta obediente, su sobresaliente anatomía de jayán africano
tan sólo cubierta por esos calzoncillos de blanco algodón que hubiera podido
llevar su abuelo – por esa prenda íntima cuya materia prima seguramente
recogieron sus ancestros esclavizados en las plantaciones del Sur de los
Estados Unidos durante el pasado más ominoso para su raza de esa gran nación a la que él ha terminado sirviendo, por la que se ha
desplazado hasta aquí siguiendo el rastro de los asesinos de un
estadounidense de origen japonés llamado Ishikawa, por la que en definitiva,
aunque en este momento no sea consciente del todo, va a morir sacrificado … -
It is my duty to ask you, Mr. Hightower, to come with us to an adjoining room where I will have
the honour to take some pictures of
your magnificent body while my assistants measure your impressive height and
record your weight … You have proven yourself – during all these days we have
had the honour to have you as our guest – to be not only a dedicated teacher
of the most noble martial arts – instructing our Korean boys in your American
specialties as well – but also to have a passion for the fights we have
arranged in our … special arena … Zack Hightower observó con incredulidad, como si la parte más racional
de su cerebro le dijera que se hallaba en un extraño sueño, a aquel tan alto
– pero desde su punto de vista física y moralmente tan pequeño – funcionario
de la policía surcoreana que de aquella manera le hablaba: desde la
prominencia de su estatura colosal posaba sus ojos atónitos en la cara
mofletuda de aquella especie de Buda gordito que le sonreía de aquella manera
tan aparentemente amable y le hablaba en aquel inglés elegante de caballero
victoriano tan extraño a los oídos del chico negro pobre de Harlem que aún
llevaba en su interior, con aquella entonación dulzona y sibilante que desde
el principio le había provocado repulsión; observaba el busto parlante de aquel
hombre que en definitiva – ahora lo empezaba a comprender – había sido el
verdadero autor intelectual de su captura y de su presente circunstancia y a
veces cerraba los ojos, sacudía levemente la cabeza, como si quisiera eludir
el vértigo que la visión le provocaba, o negarse la evidencia de que todo
esto no era un sueño extraño sino una patente, patética, poderosa realidad … -
So, Mr. Hightower, it is my pleasure to announce to you that eventually you will have the
opportunity to give vent to your passion to its fullest extent participating
as an invited fighter in our competition … We know that in your most golden
days of youth your strenght and skills as a heavyweight boxer lead you to be
matched against the great Cassius Clay – oh, I beg your pardon – Muhammad Ali
… whom you resisted ten rounds of twelve before most honourably surrendering
to him … It will be the highest of honours for us to have you in our special
arena where, I can absolutely assure you, Mr. Hightower, you will fight a man
who is not unworthy of your height … Beom Seok Kim sabía muy bien que para controlar
emocionalmente a un hombre de la envergadura física del agente del FBI
capturado Zacharias Hightower sus palabras – por muy insidiosamente
repulsivas que pudieran resultar en un principio para el oído del prisionero
– eran más persuasivas que la amenaza de las armas u otros medios coercitivos
de sometimiento corporal: halagar la vanidad masculina de estos hombres
físicamente poderosos era un método de probada eficacia que ya había
utilizado anteriormente con otros; y era ese un cometido que a él le placía
en alto grado desempeñar, y lo hacía además de una manera nada hipócrita:
verdaderamente el superintendente general de la policía de Corea del Sur
sentía una gran admiración por los cuerpos vigorosos de aquellos hombres, se
podía decir que de alguna extraña manera los amaba y se deleitaba en el
conocimiento anticipado de que el gran oyabun Morimoto Kenzo los iba a
someter a total demolición aniquilando igualmente en el proceso lo más
importante que sus víctimas poseían:
su autoimagen de machos poderosos, que con tan crudelísima muerte
desaparecía … Beom Seok
Kim halagaba la hombría hiperbólica de aquellos tipos tan efectivamente, en
otras circunstancias, duros de pelar. Morimoto Kenzo, por su parte – pelándolos, desplumando dolorosamente a
aquellos soberbios gallos, cortándoles finalmente los espolones - la
destruía … -
So please, Mr. Hightower, would you be so kind as to follow us? … -
Yess, yes … Beom Seok Kim se coloca al frente del cortejo que conduce al capturado
coloso de ébano hacía la habitación adyacente donde va a ser medido y pesado:
una vez más los 1´98 metros de estatura – así quedaron posteriormente
registrados – del agente Hightower sobresalen en prominencia por encima de
las cabezas de los pequeños coreanos convenientemente armados que,
circundándolo, controlan cualquier posible movimiento que no sea de sumisa
aquiescencia. Una vez más la poderosa cabeza afeitada de Zacharias Hightower,
su vigoroso cuello de cuero negro, tienen que inclinarse ahora para salir de
la celda-dormitorio que le ha sido asignada y atravesar un pequeño pasillo
hasta el recinto que le es indicado: los techos de estas estancias son de
altura suficiente para albergar en posición erguida a un prisionero de este
tamaño pero el vano de sus puertas blindadas parece estar diseñado para hacer
inclinar la cerviz a hombres como este … -
Here, Mr. Hightower … please, mind your head … El recinto es sencillo: nuevamente paredes de hormigón con lucecitas
rojizas, una lámpara tubular de neón de brillante luz blanca en el techo, en
el extremo opuesto a la entrada, pintada verticalmente en negro sobre el gris
del hormigón, una escala métrica, a un lado una balanza de pesaje; al agente
Hightower todo esto le resulta extrañamente familiar: cuántas veces, como
boxeador, fue medido y pesado, de aquella forma tan estricta que las
regulaciones requerían. Beom Seok Kim, con una leve inclinación de su cabeza,
extendiendo levemente el brazo con la mano abierta, le cede el paso … -
Please, walk straight ahead to the wall in front of you and stay by the metric scale that is drawn on
it … Zacharias
Hightower asiente con una leve y casi inconsciente inclinación de su poderosa
cabeza afeitada y, obediente, camina hacia el lugar que su captor le ha
indicado … su paso es tranquilo y decidido, y Beom Seok Kim contempla el
elegante movimiento natural de sus piernas al andar: para ser un coloso de
casi dos metros, el agente Hightower camina con una grácil cadencia
masculina, con ese “swing” especial casi inconsciente de la mayoría de los hombres de su raza,
sus voluminosos glúteos oscilan sugerentemente bajo el blanco algodón de la
prenda íntima posiblemente heredada de su abuelo, su cintura se cimbrea capturando
las miradas de estos pequeños y peligrosos orientales a los que está
seduciendo muy a su pesar, pues nunca antes habían capturado a un hombre
negro para el gran oyabun Morimoto Kenzo … -
Stand still, Mr. Hightower … look straight ahead at the camera, yes, that is very nice, thank you
… Los flashes,
por un instante, lo sobresaltan … alguna fotografía mostraría después al
agente capturado del FBI Zacharias Hightower como alelado, con la boca
abierta, los ojos entornados, una de sus grandes manos haciendo de visera,
como cegado por el intenso resplandor, sorprendido o asustado … pero
enseguida lo supera y su noble rostro africano se recompone en una expresión
de digna severidad: la contenida indignación vuelve a aparecer en sus rasgos,
los amplios orificios de su negra nariz de boxeador se dilatan de nuevo un
poco más … Va respondiendo
con voz firme de barítono, sin vacilación, a las preguntas de Beom Seok Kim,
superintendente general de la policía de Corea del Sur, al interrogatorio del
hombre que verdaderamente lo ha capturado: SÍ, reconoce que él también es
policía, agente del FBI Zacharias Hightower, en misión especial
extraterritorial en Seúl, en investigación del asesinato en esta ciudad del
ciudadano estadounidense llamado Ishikawa y en persecución de su asesino o
asesinos para su captura, en colaboración con la policía de Corea del Sur de
la que él – Beom Seok Kim, el hombre que lo está interrogando, es el
principal responsable, del mismo modo que lo es de su captura y el
consiguiente fracaso de su misión … por lo tanto, este vil traidor – este
alto funcionario corrupto al servicio de la Yakuza – sabe perfectamente todo
lo que él está declarando … El agente
del FBI capturado Zacharias Hightower, entonces, suspira profundamente y
cierra los ojos: su mandíbula se destensa y el mentón vuelve de nuevo a
descolgarse, flácido, su boca vuelve a entreabrirse … sus amplios pectorales
oscilan con la alternativa inspiración y expiración que intenta devolver un
poco de equilibrio a su espíritu atenazado por la ansiedad, de nuevo la punta
de la lengua … -
Are you prepared to … die … Mr. Hightower? … ¿Morir? … su corazón vuelve a batir aceleradamente contra
las amplias costillas en el torso magnífico … bajo el blanco algodón de sus
calzoncillos de amplia huevera su verga poderosa vuelve a sentir ese extraño
cosquilleo que siempre terminó activándola en estos casos de extremo peligro,
la oronda cabeza vuelve a presionar, ligeramente pulsante, contra la cintura
elástica de la íntima prenda, ascendiendo hacia el ombligo … suspira de nuevo
… -
To d-die … w-why?? … Sabe que es
una pregunta estúpida, pero no sabe por qué la hace … ¿tiene miedo, quizás? …
¿no ha contado siempre con la posibilidad de una muerte violenta desde el
momento en que se alistó en el ejército de los Estados Unidos de América,
aunque fuera en misión disuasoria para el mantenimiento de la paz, desde el
momento en que ingresó en el FBI para luchar contra el crimen organizado,
desde que se ofreció voluntario para esta misión especial extraterritorial en
Corea del Sur? … La muerte violenta en el ejercicio de sus funciones
profesionales no es algo que deba sorprender en absoluto al agente del FBI
Zacharias Hightower, especialmente después de ser capturado por la Yakuza … -
Are you married, Mr. Hightower? … Do you have any children? … -
N-No, ssir … Zacharias Hightower siempre disfrutó de las delicias del sexo con las
mujeres, si bien nunca fue capaz de desarrollar relaciones duraderas con
ellas, mucho menos casarse … no, no tiene hijos, que él sepa … la soltería
para él siempre fue garantía de libertad, de entregarse a la vida que él
eligiera, y la vida que él eligió fue una vida de acción, una vida que
finalmente le ha traido hasta aquí … -
Have you ever been fucked up the ass … before …? La pregunta impacta en él como una onda expansiva, dejándolo nuevamente,
pero esta vez de una manera mucho más duradera, confuso, alelado … -
W-What?? … La indignación que comprime sus manos enormes en puños instintivamente preparados asciende
en forma de intenso calor a su poderosa cabeza afeitada, a su rostro contraído en una mueca de
disgusto, pero allí al poco se extingue en una lasitud que vuelve a relajar
sus rasgos en una expresión alelada … -
Over the course of a few days, Mr. Hightower, you will have the honour
to fight in our … special arena … with The Most Honourable Morimoto Kenzo …
Many of you Westerners think that Nothing is Written in the Book of Destiny
but I must inform you, Mr. Hightower, that Not a Single One of the men that
have had the honour to fight The Most Honourable up to the present day … has
survived … It is in the habitude of The Most Honourable to fuck up the ass
and then to kill the men whom he vanquishes … So, Mr. Hightower, if you are
an intelligent person, the consequence is obvious … there is the Highest
Possibility that you will be vanquished, fucked up the ass, and killed by The
Most Honourable Morimoto Kenzo … El agente del FBI capturado Zacharias Hightower está ahora totalmente
empalmado: mientras trata de acompasar su respiración con los latidos de su
corazón parece, también, ligeramente mareado: el tamaño de sus calzoncillos
de blanco algodón y amplia huevera no es lo suficientemente grande para
impedir que sus negros cojones desborden ligeramente los límites de la tela
en la entrepierna, pero sí para que la oronda cabeza de su negra verga no
asome por la parte superior, manteniéndola oculta pero perfectamente
perfilada en su evidente estado de erección … Zacharias Hightower traga un
poco de saliva: poca, pues tiene la boca seca … y aparta la mirada, turbado, de los ojos de
su captor … -
You must not be ashamed, Mr. Hightower, of your most intimate feelings … You are not the first man who has felt
this thrill … I know that, regardless of your moral assumptions and patriotic
vows you have chosen your lives of action because this is what really turns
you on … to the extreme … the perilous lives you like to live and the
dangerous enterprises you lead have always been a clear indication to me of
your most intimate desires … El corazón latía ahora desbocado bajo los
pectorales magníficos del agente Hightower, su sensación de mareo iba in crescendo y por primera vez tuvo la
sensación de que sus piernas largas y musculosas, las amplias plantas de sus
pies desnudos aposentadas en el lugar que le habían indicado en el suelo no
eran suficientes para sostenerlo en digno equilibrio ante aquellos hombres, y
en especial ante aquel hombre, su captor, que le acababa de desvelar, con sus
palabras extrañas y retorcidas, lo más profundo de su alma … -
P-please, ssir … can I have a … glass of water? … -
Of course, Mr. Hightower, you´ll have some water … but first, please,
turn to the right and give us your profile … El agente del FBI capturado Zacharias Hightower, obedientemente, se giró
hacia la derecha sobre sus largas piernas levemente temblorosas, sobre las
amplias plantas desnudas de sus pies inestables, y ofreció su mejor perfil a
los flashes fotográficos que capturaban imágenes de su cuerpo como la mente
privilegiada de Beom Seok Kim había capturado su alma … -
Very good, very good, Mr. Hightower … and now please, would you be so kind as to … take your
undewear off? … |