FBI Blues VI Los dedos temblorosos del joven agente del FBI capturado
comenzaron a moverse para desprender la hebilla del cinturón que sujetaba sus
pantalones a la breve cintura pero no acertaban a extraer la aguja del
orificio de la correa: estaba demasiado aturdido y por ello no conseguía
coordinar los movimientos de sus manos. -
You need some help, Mr. Di Lorenzo? … Aunque su vejiga se había vaciado casi por completo
en los pantalones, empapados por la involuntaria micción, un nuevo chorro de
orina descendió fluyente por sus piernas, humedeciendo aún más la tela que se
adhería pegajosa a los muslos y las rodillas. Escuchar su apellido
pronunciado por la voz sibilantemente dulzona de aquel hombre producía ese
efecto en él: era la constatación horrorizada de que había sido descubierto,
de que su “tapadera” había volado por los aires dejándolo a la intemperie,
“con el culo al aire” – algo que muy pronto iba a ser totalmente literal – y
de que tenía que afrontar el destino que estos hombres habían dispuesto para
él, cualquiera que fuese, por horrible que fuese, y su miedo cerval,
pulsándole violentamente en las sienes, le decía que no estaba preparado, que
nunca había estado en realidad preparado para esto. -
N-No … please … d-don´t t-touch meee … Danny consiguió al fin soltar la hebilla del
cinturón y aflojar sus pantalones, que fueron cayendo lánguidamente, con
lenta reticencia, deslizándose lacios por sus pálidos muslos desnudos,
descendiendo hacia sus rodillas levemente temblorosas. -
I think it´s better if you take your shoes off first … El joven
agente capturado, cada vez más pálido y descompuesto, miró con una expresión de terror en sus hermosos
ojos glaucos al hombre que le hablaba, y obedientemente – pues bien sabía que
aquello era una orden que no debía dudar en acatar – se agachó para desprender
de sus pies los zapatos, descubriendo al hacerlo los músculos deliciosamente
torneados de sus piernas y el pequeño suspensorio blanco que totalmente
empapado cubría sus partes más íntimas, impregnado de la orina que goteando
aún de sus pantalones formaba un pequeño charco en el suelo. Aquellos
hombres sonrieron complacidos al ver la pequeña prenda que cubría los
genitales de Danny di Lorenzo; no tanto por su brevedad en sí o porque
estuviera completamente empapada a causa de la relajación involuntaria de su
esfínter miccional – lo que desde luego fue motivo de previsibles risitas
burlonas - sino porque era de esos suspensorios tan utilizados por los
deportistas americanos – los que ellos llaman “jockstraps” – que dejan el
culo totalmente al descubierto. Un culo precioso en este caso, como al
instante tuvieron ocasión de apreciar, y el joven policía – muy consciente de
las miradas apreciativas de
aquellos hombres – volvió a ruborizarse violentamente como un tímido
adolescente en proceso de maduración sexual al sentirse sorprendido en su
desnudez por un grupo de adultos lujuriosos. -
Your socks too, Mr. Di Lorenzo … thank you … I can see you wear a jockstrap … Yes, I know, Americans
like jockstraps very much … Do you
also wear a jockstrap, Mr. Hightower? … If so, yours must be BIGGER than Mr. Di Lorenzo´s – he, he – am
I not right? … Zack Hightower se sobresaltó entonces: su corazón
acelerado comenzó a batir con más fuerza en el interior de su amplia caja
torácica, miró a su joven compañero acuclillado, la cabeza abatida, ruborizado,
deslizando los pantalones por encima de las rodillas, por los tobillos,
alzando los talones para desprenderlos de los pies desnudos … miró con
contenida furia, los dientes apretados, el corazón golpeando con creciente
aceleración en su pecho amplio y vigoroso, resoplando como un toro por los
espaciosos orificios de su nariz africana, a Beom Seok Kim, superintendente
general de la policía de Corea del Sur, el hombre que verdaderamente los
había capturado. -
YOU, TRAITOR, you´ll pay for this!
I swear! You´ll pay for this! Beom Seok Kim miró al coloso afroamericano con una
sonrisa de amplia satisfacción. -
Don´t be SO sure of that, Mr. Hightower … You have made
many mistakes – FATAL mistakes – for a supposedly well-trained FBI officers and
now … there´s no come back for you. Nothing personal, of course: I know you
were just doing your work, serving your great country and all that, but you
did it badly, and
therefore it is for YOU to pay the price ... Mr. Di Lorenzo, I think your
jockstrap won´t be of more use for you, so please take it off too … -
NO! No fue Danny quien protestó. Tampoco Zack. Fue otro hombre
el que, adelantándose y manifestando por primera vez su colosal presencia,
pronunció la imperiosa negativa y su clara intención: -
NO! I WANT TO FUCK
HIM LIKE THIS! Su voz retumbó
como un trueno en el recinto, y los casi dos metros de estatura del oyabun
Morimoto Kenzo se alzaron por encima del cuerpo acuclillado del joven policía
que, prácticamente desnudo, temblando como una hoja a merced de una brisa
helada, levantó su cabeza, sobresaltado, para mirar al hombre que tan
perturbador deseo había manifestado. Los ojos de frío cuchillo acerado del
más poderoso jefe de la Yakuza lo dejaron helado, paralizado en el acto, como
los de un poderoso depredador a una presa inerme. Morimoto
Kenzo se inclinó, cubriéndolo por completo con su amplia sombra ominosa, por
encima del cuerpo encogido de Daniel di Lorenzo. Lentamente, introdujo sus
dedos enormes entre los mechones del cabello de su delicada presa, como si los
acariciara en un principio, pero pronto se contrajeron en poderosa garra que
fue levantando, poco a poco, el cuerpo del joven agente del FBI hasta
enderezarlo, en tensión, sobre las desnudas plantas de sus pies. La tensión
del momento agarrotaba los músculos desnudos de la presa, por un momento sus
pies descalzos perdieron contacto con el suelo y fue consciente de que aquel
hombre colosal – más colosal incluso que Zack – estaba sosteniendo todo su
cuerpo, a pulso, agarrado por los cabellos, en el aire … el joven policía,
con los ojos muy abiertos, la boca muy abierta, sorprendido por aquella
repentina exhibición de fuerza de la que era objeto, parecía boquear como un
pez fuera del agua … tras unos segundos, el poderoso brazo de Morimoto Kenzo
descendió un poco y las plantas desnudas de Daniel di Lorenzo volvieron a
tomar contacto con el suelo. Zack
Hightower presenció la humillación de su compañero con una extraña mezcla de
indignación y fascinación: el hecho adicional de que la sangre afluyera a su
entrepierna y de que su miembro viril comenzara a endurecerse, alargarse y su
gruesa cabeza a presionar contra la tela de sus pantalones apenas se registró
de manera consciente en su mente hasta algunos minutos después. La poderosa
garra de aquel coloso levantando a pulso el cuerpo casi totalmente desnudo de
Danny por los cabellos era una visión a la vez perturbadora y fascinante:
nunca antes, ni siquiera en todos sus años dedicado al boxeo y las artes
marciales, había visto a un hombre ejercer su poderío sobre otro hombre de
forma semejante, y sin ni siquiera haberse entablado una lucha entre ellos.
La humillación de Danny parecía ya total, pero todo indicaba que apenas había
comenzado. El joven
policía, con la aterrada mirada perdida en un punto incierto del horizonte,
con la boca abierta y las rodillas visiblemente temblorosas, se dejó sostener
en pie durante unos instantes por el brazo magnífico del oyabun Morimoto
Kenzo, su puño transformado en garra entre los cabellos de su presa, y sólo
pudo reaccionar cuando sintió la voz de trueno profundo de su captor
dirigirse a él, dominante, en su lengua: -
LOOK AT ME … La mirada
aterrorizada de Danny se alzó entonces hacia el rostro del gigante de la
Yakuza del cual dependía ya todo el resto de su corta vida, la ejecución de
su violenta muerte prematura, el destino horrible que ni siquiera se atrevía
a imaginar pero del que estaba totalmente seguro no podría escapar. -
You are in my hands now … If you try to resist just a
little what I am going to do to you, your life is over in a matter of
seconds. I´ll snap your neck – just a twist of my wrist – if you put just a
little fight. If you
want to live just follow my orders and don´t even try to make a sound … Don´t
worry, you´ll make sounds soon, when the time comes … Beom Seok Kim intervino entonces, fingiendo una leve tos
para atraer la atención del oyabun Morimoto Kenzo, dirigiéndose a él
respetuosamente en inglés cuando los ojos rasgados de frío acero del gran
jefe de la Yakuza se posaron en los suyos: -
My Most Honorable Sir … before you proceed with our young law
enforcement agent here … please remember what we previously agreed on the …
graphic record I told you I wanted to take when the moment came of your …
private intercourse with him … Morimoto Kenzo esbozó una leve sonrisa, como un apenas perceptible
ríctus en sus labios, mostrando apenas sus dientes de fiera, y sosteniendo
aún al joven agente capturado por los cabellos respondió al
superintentendente general de la policía de Corea del Sur: -
Of course, you will have your record, I am a man of my word … Beom Seok Kim sonrió entonces ampliamente, casi
resoplando de excitación, dejó escapar una risita nerviosa que cortó al poco
tiempo al advertir la impropiedad de semejante efusión en un guardián de la
ley y el orden de tan alto rango como el suyo y la necesidad de mostrar una
confuciana moderación en la conducta pública, especialmente ante los
subordinados. Solicitó entonces permiso al gran oyabun Morimoto Kenzo para
proceder con el detenido: -
May I give him some … additional information about what he has to expect
regarding the irreparable damage to his body in the process of your … intercourse with him? …
Morimoto Kenzo no respondió: mantuvo en cambio su leve
sonrisa en el rostro de piedra imperturbable, casi exento de expresividad,
y Beom Seok Kim, interpretando el silencio del
gran oyabun como aquiescencia, se dirigió entonces al prisionero Daniel di
Lorenzo: -
Mr. Di Lorenzo … or may I call you Danny? … You know, you
are a young man, I´m old enough to be your father, so Danny is suitable to
you, well, the fact is … as he previously and blusteringly stated, The Most
Honorable Morimoto Kenzo is going to RAPE you … Los ojos aterrados del joven policía volvieron a
posarse en un punto incierto del
horizonte, evadiendo cualquier contacto visual con ser humano alguno, especialmente con el que aún lo sostenía erguido sobre el suelo por sus cabellos. Pero
las palabras, perfectamente pronunciadas en inglés con aquel acento dulzón
del corrupto superintendente de la policía surcoreana, llegaron sin
ambigüedad a sus oídos en alerta: -
The … virile member of The Most Honorable Morimoto Kenzo is … a most terrible weapon of bodily destruction … nothing like you could have ever experienced before given the
case you were a man who liked to
take it up the ass … if on the
contrary you are a man who has never taken anything up your most private part
… I am afraid – and YOU must be afraid – this is going to be a most terrible
experience for you … Un estremecimiento recorrió todo el cuerpo sujeto
por los cabellos del joven agente de la ley y el orden capturado por la
Yakuza. Si Morimoto Kenzo no lo tuviera aún sujeto de aquella manera, las
temblequeantes rodillas de Danny di Lorenzo hubieran cedido y su cuerpo tenso
se hubiera desplomado sobre el suelo. Estaba verdaderamente aterrado. Nunca
en su joven vida imaginó que alguna vez llegaría a sentir tanto miedo. Las
palabras de Beom Seok Kim prolongaban la tortura psicológica que atenazaba su
mente: -
The Most Honorable Morimoto Kenzo has granted me permission to stay with you
during the whole process of your intercourse. I will be video-recording it for
the personal enjoyment of many wealthy, well-respected men – and maybe some
women – all around the world who like to watch this kind of spectacle in the
privacy of their luxurious homes. I am sure you will not disappoint this most
respectable audience and put on the show they expect. The Most Honorable
Morimoto Kenzo – I am perfectly sure – will pull the strings in your body for
a perfect accomplishment … Morimoto Kenzo miró con impaciente severidad a Beom
Seok Kim, que se recreaba en su verborreico dominio del inglés formal sin
sentido de la mesura, y recurrió a una variante mucho más vulgar – además de
corta – para acabar con la perorata del superintendente de la policía de
Corea del Sur: -
CUT THE CRAP. Take the video camera and follow us to the fuck room … Beom Seok Kim apenas se demoró unos minutos más en asegurar
que los casi dos metros de corpulenta estatura del agente del FBI Zacharias
Hightower quedaran mejor custodiados por los guardianes mientras él y el
oyabun Morimoto Kenzo se ausentaban del recinto para proceder –
respectivamente – al estupro del agente del FBI Daniel di Lorenzo y a su
filmación en cinta de vídeo como testimonio para la posteridad y deleite de
futuros espectadores. Obligaron al
agente Zack Hightower a sentarse en el suelo, su amplia espalda apoyada
contra la pared con las muñecas aún fuertemente esposadas un poco por encima
de los poderosos glúteos, a extender sus largas piernas muy juntas para poder
así desprenderle los zapatos y después los calcetines, desnudando sus pies
enormes con aquellas plantas blancas que, en contraste con la fuerte
pigmentación del resto de su cuerpo, reproducían la decoloración de las
palmas de sus manos. Entonces colocaron otras esposas unidas por una cadena –
a manera de grilletes – en torno a sus tobillos y las cerraron fuertemente
atrapando en ellas sus pies. A continuación lo obligaron a tumbarse en el
suelo, boca abajo, y a modo de venda en los ojos le colocaron un antifaz de
cuero negro, privándolo de toda visión. Inmovilizado de manos y pies y sin
poder ver nada a su alrededor el potencial peligroso de aquel coloso quedaba
prácticamente neutralizado. Beom Seok Kim podía ausentarse con tranquilidad. Solo la mano
derecha de Morimoto Kenzo, transformada en garra tenaz en sus cabellos, fue
suficiente para persuadir al capturado agente del FBI de que no tenía otra
opción que caminar en el sentido que la tracción que aquella garra ejercía en
su cuerpo le iba indicando. Danny di Lorenzo no hubiera podido realizar aquel
recorrido sin la presencia de la poderosa mano que dirigía el sentido de sus
pasos: sus piernas hubieran flaqueado antes de llegar al final. A través del
recinto, se encaminaron hacia una puerta que atravesaron para entrar en un
largo pasillo de paredes de hormigón donde podían verse aquellas tenues
lucecitas de color rojizo que parecían ser la única iluminación de aquella
especie de búnker. Beom Seok
Kim, portando una cámara Sony Super 8 conectada a un grabador de vídeo
seguía, el miembro ya en completa erección bajo el pantalón, a los dos
hombres que caminaban delante de él: el oyabun Morimoto Kenzo, todavía
vestido, y el más joven de los dos agentes del FBI capturados, Daniel di
Lorenzo, cuya desnudez no podía velar aquel ridículo suspensorio orinado que
todavía cubría sus encogidos genitales. El culo de Danny, totalmente
descubierto, se movía al caminar con gracia adolescente, inconsciente por
supuesto, involuntaria, pero muy estimulante para el estupro que se
aproximaba: sus nalgas eran pequeñas pero deliciosamente musculadas, pálidas
por falta de exposición solar, totalmente desprovistas de vello e
incipientemente perladas por gotitas de sudor frío. Sus perfectas piernas de
gimnasta se movían levemente temblorosas en el transcurso de su paso
incierto, a veces al llegar a una encrucijada de pasillos adelantaba una de
ellas en la dirección equivocada pero enseguida la implacable tracción de la
mano de Morimoto Kenzo en su cabello la corregía y procedía poco a poco,
obediente como la otra, hacia su destino. Llegaron,
finalmente, a una puerta que daba a una habitación especial: el lugar donde
Morimoto Kenzo violentaba sexualmente a algunas de sus víctimas para que Beom
Seok Kim, superintendente de la policía de Corea del Sur, pudiera grabar con video-cámara
el estupro. Entraron en la habitación. Sólo entonces la garra de Morimoto
Kenzo soltó los cabellos de Danny. Aunque el oyabun sabía hablar bien el
inglés, optó entonces por dirigirse al joven policía en japonés, que Beom
Seok Kim comprendía, e indicó a este que le sirviera de traductor. Escuchar la
voz de trueno profundo del oyabun Morimoto Kenzo en japonés tuvo un adicional
efecto perturbador en el joven policía americano – oh, ya sé, debemos decir estadounidense – a modo de un sonido
extrañamente familiar y amenazante:
desde pequeño Danny estuvo acostumbrado a ver películas de guerra en el cine
o la televisión en las que valerosos soldados estadounidenses combatían con
bravura y determinación contra enjambres de soldados de pequeña estatura y
ojos rasgados que mostraban en la lucha una determinación aún mayor – hasta
el suicidio ritual del “kamikaze” – y una extrema ferocidad y crueldad. A
veces algunos de esos feroces soldados orientales – japoneses, coreanos,
vietnamitas – hacían prisioneros a soldados de los Estados Unidos de América
y los sometían a terribles torturas. Durante su adolescencia, un personaje de
la fábrica de ficciones de Hollywood – John Rambo – fue para Danny el ideal
de héroe resiliente a ese tipo de torturas, como lo fue el coronel James
Braddock en la saga de “Desaparecido en combate”. Las voces de esos
torturadores de ficción vociferando en aquellas lenguas ininteligibles en las
escenas más violentas de esas películas se condensaban sonoramente en la voz
cavernosa – y nada ficticia, totalmente real para él – del oyabun Morimoto
Kenzo, su captor y ahora dueño absoluto de su destino. Danny di Lorenzo sabía muy bien, no
obstante, que no iba a poder mostrar – ante la tortura real – el más mínimo
asomo de entereza. Danny di Lorenzo sabía muy bien que él no era John Rambo,
que él no era el coronel Braddock. Ninguno de ellos se hubiera orinado en los
pantalones nada más ser capturado por sus enemigos. Danny pensó que tal vez tenía
muy bien merecido lo que estaba a punto de sucederle. Los cobardes deben
pagar el precio de su cobardía. Tal vez era justo, era necesario. -
The Most Honorable Morimoto Kenzo wants to know if you have ever been fucked up the ass
before … Danny comenzó entonces a sollozar, sin control: las
lágrimas fluían abundantes por su hermoso rostro que, contraído en una mueca
de profundo dolor mental, la ansiedad arrugaba y casi afeaba, asemejándolo a
instantes al de un viejo. Danny resoplaba, hipaba, hiperventilaba. Danny
estaba ya roto, destrozado, antes incluso de su violación. Danny desconocía
totalmente lo que era ser sodomizado. -
N-n-n-no … n-n-nooo … n-nooooo … oh God … p-pleassee … Beom Seok Kim deslizó entonces sus dedos con suavidad, apenas
rozándolas, por las nalgas al descubierto del joven policía, palpando la
tersura y dureza del glúteo en retracción: al sentir el extraño contacto
Danny se sobresaltó, pero no encontró fuerzas para evadirlo y fue destensando
poco a poco el músculo, dejándoselo acariciar. Al notar su resignada pasividad, Beom Seok Kim acarició
más abiertamente, deslizando su palma por la deliciosa carne. Danny vibró
como la cuerda de un arpa. Mientras
tanto, el oyabun Morimoto Kenzo comenzaba a desnudarse. Hizo otra pregunta en
japonés: -
The Most Honorable Morimoto Kenzo wants to know if you are telling the
truth. He
doesn´t like when men lie to him when he asks them this question before
fucking them up the ass. The Most Honorable knows very well what an ass that
has never been fucked before feels like, so if you are lying you still have
time to tell the truth, because the Most Honorable gets very angry when men
lie to him in this regard … Desde su adolescencia, el joven agente del FBI
capturado había estado familiarizado con la desnudez y con bromas relativas a
la actividad homosexual – siempre como una especie de “alien” jocoso – en los
vestuarios y las duchas compartidas de la escuela secundaria o los gimnasios
tras el ejercicio de sus prácticas deportivas. Sabía lo que eran las chanzas
sobre “agacharse para agarrar el jabón
en la ducha” y los riesgos que eso podía conllevar si alguna vez te
mandaban a prisión – “pero él iba a ser
policía”, decía, “él nunca podría
ir a prisión: enviaría a a los
tipos malos a prisión”. Conocía y había participado en muchos
intercambios verbales que – espoleados por la efervescente hormonación
adolescente – estaban trufados de interminables “fuck, faggot, cock, up the
ass …” pero que – más allá de algún ejercicio de masturbación colectiva
ocasional – no dejaban de formar parte de ese “rito de paso” de la
adolescencia transmitido de generación en generación en ámbitos de
convivencia exclusivamente masculina. NO: nunca en
sus 26 años de vida, el joven Daniel di Lorenzo, agente del FBI en los
últimos días de su ejercicio profesional y de su propia existencia – había
sido follado por el culo. Danny no recuerda haberse sentido atraído
físicamente – al menos de manera consciente – por ningún otro hombre. Tuvo
muy buenos amigos – era un chico popular
– en la escuela secundaria pero desde muy jovencito siempre estuvo seguro de
que lo suyo eran las chicas – ni la
más mínima sombra sobre una heterosexualidad que jamás se le había ocurrido –
ni en lo más mínimo – cuestionar. Recuerda
incluso – en el colegio y la escuela secundaria – haber ejercido
ocasionalmente el acoso – lo que hoy llamamos “bullying” – sobre algún chico
particularmente afeminado, al que se creyó con el derecho a someter a algún
ritual de humillación colectiva en compañía de otros muchachos, pero tampoco
fue especialmente beligerante con los “mariquitas”: simplemente no era un
tema que le interesara de manera muy particular. Lo suyo, insistimos, siempre fueron las chicas. Y gracias a su
adónica belleza por supuesto tuvo muchas a su disposición, y supo disfrutar
del placer que creía apropiado a su naturaleza y a la de todo hombre que
fuera verdaderamente hombre. Ahora, sin
embargo, estaba a punto de ser violado analmente por un hombre verdaderamente hombre. Y QUÉ HOMBRE VERDADERAMENTE HOMBRE.
El oyabun Morimoto Kenzo sobresalía de manera excelsa en todos los parámetros
de virilidad exigibles a un hombre que fuera verdaderamente hombre: sus
prácticamente 2 metros de estatura, recubiertos de bronceado músculo tatuado
con violentos emblemas yakuzas, le parecieron a Danny tan imponentes que
desde el principio comprendió que toda resistencia era inútil y sólo
contribuiría a incrementar su dolor, a hacer más insoportable la tortura: NO,
intentar resistir ante este hombre que podía fácilmente rodear su cuello con
aquellos dedos enormes, asfixiarlo entre ellos o partirle las vértebras
cervicales con un simple movimiento de sus manos, intentar oponerle
resistencia hubiera resultado no sólo inútil sino una decisión completamente
estúpida. Danny di Lorenzo no era un tipo que se distinguiera precisamente
por su inteligencia pero tampoco era tan estúpido como a veces pudiera
parecer. Sabía,
llegado el caso, lo que le convenía. -
No … n-noo … I´m not ly-yin´ … I-I´m t-tellin´ th´truth …
I´ve never
n-never … o-oh God … I ain´t like that … p-pleassee … d-don´t hurt me … much
… oohh GOD … W-What´s THAT … W-What th´ f-f-ffu … is T-THAT … IT´S SO BIIIIGG
… I´ll n-never … n-never … never … Beom Seok Kim comenzó entonces a reír, como siempre
hacía cuando contemplaba, en la mirada aterrorizada de los hombres que el oyabun
Morimoto Kenzo había violado anteriormente en su presencia, el espanto que
les producía la visión del arma de destrucción corporal que poco tiempo
después estaría abriéndose paso a través de sus vísceras. Danny di Lorenzo,
por supuesto, no fue una excepción: ni en la más horrible de sus pesadillas
hubiera esperado algo semejante: la Verga gigantesca del Gran Jefe de la
Yakuza era algo que afrentaba todo sentido de la moderación: su longitud, su
grosor, su dureza, su consistencia, las dimensiones de la cabeza y de la
columna de carne surcada de gruesas venas que pronto estaría abriéndose paso
en el interior de su cuerpo era algo que superaba totalmente la imaginación –
bastante limitada, por otra parte – del joven policía en los últimos días de
una carrera y de una vida que, prematuramente aniquiladas, iban a ser mucho
más cortas de lo que sus esperanzas e ilusiones le habían prometido. -
Hi, hi, hi, hi … Yes, I know, I know … This has been a TREMENDOUS surprise for you, as it has been
for the men who had to endure THIS
before in the place where you are now. Look at this room before you follow their
fate, Danny – or would you like me to keep addressing you as Mr. Di Lorenzo?
… No: you are young, Danny, in fact the youngest one The Most Honorable has
brought to this … sacrificial room … up to the moment. In his brutal
simplicity The Most Honorable calls it “the fuck room” but believe me, Danny,
it´s more than a fuck, it´s a … sacrifice … in the sense that the men that he … FUCKED here before would never be the same men again after that – in fact – would never be MEN again
after that … Come, come with me, Danny, I want to show you something … Beom Seok Kim tomó entonces por un brazo al joven
policía, instándole a dar unos pasos hacia el preciso lugar de la habitación
que quería en ese momento mostrarle. Lo llevó
hasta una pared cubierta de terciopelo negro, tenuemente iluminada desde lo alto
por una lámpara que emitía una luz clara – en contraste con las lucecitas
rojizas de los pasillos – y de la que colgaban doce fotografías sin enmarcar,
algunas en blanco y negro, otras en color. Parecían ordenadas en parejas,
desde la parte superior hasta media pared. Danny pudo observar, a pesar de
sus ojos llorosos y su mente progresivamente aturdida, que aquellas imágenes
correspondían a una serie de hombres maduros de apariencia muy fuerte,
visiblemente corpulentos, pero fotografiados en una especie de “antes y
después”: en cada una de las fotografías de la parte izquierda podía verse –
de cuerpo entero o sólo la parte superior del torso y la cabeza – a cada uno
de los seis hombres vestidos de diferente manera – con ropa deportiva,
cazadoras de cuero o con chaqueta, camisa y corbata formales, aparentemente
de buena factura – casi todos parecían asiáticos pero había también alguno de
rasgos árabes o turcos, con tupido bigote negro. En esas
fotos del “antes” aquellos individuos aparecían con rostros que transmitían
fuerza y seguridad en ellos mismos, rasgos duros y curtidos, miradas severas
e inquietantes para el espectador, alguna sonrisa arrogante y depredadora que
transmitía una sensación de poder, de fortaleza, de amenaza. En cada foto de
la derecha, sin embargo, donde los hombres aparecían con los torsos desnudos,
aquellos rostros se mostraban en un estado muy diferente: hematomas de
violentos golpes – grisáceos, marrones, negros, purpúreos – ojos cerrados por
inflamaciones, o abiertos con melancólicas miradas de completo agotamiento,
de absoluta extenuación, algunas similares a las miradas al vacío de un
cadáver - ¿estaban, tal vez, muertos? – narices deformadas, quebradas o
aplastadas – de algunas de ellas pendía moco sanguinolento – mandíbulas
desencajadas, lenguas que asomaban, babeantes, dientes rotos, mentones y
pechos ensangrentados … -
You may ask, Danny, when these men suffered the most, when they were being
beaten up, when the Powerful Fist of The Most Honorable was smashing them up to pulp, you may ask when they cried and screamed the most, and I must
tell you – as the witness of IT ALL
that I was – that when these men suffered and cried and screamed and begged the most is when The
Most Honorable was fucking them up
the ass … En ese momento, el oyabun Morimoto Kenzo se
aproximó a la pared que servía de soporte para aquella exposición fotográfica
con lo que parecía una nueva imagen en sus manos: la colocó un poco por
debajo de la sexta fotografía de la parte derecha, clavando unas chinchetas
en cada ángulo para ajustarla al terciopelo negro de la pared. Danny – en su
anonadante turbación – tardó un poco en reconocer la cara que iba perfilándose
ante sus ojos velados por el llanto y la debilidad … poco a poco, sin
embargo, fue reconociendo sus propias facciones en aquella imagen entresacada
del álbum oficial que lo identificaba como agente del Federal Bureau of Investigation: aparecía ciertamente hermoso el
rostro del agente de operaciones especiales Daniel di Lorenzo en aquella
fotografía, con su radiante sonrisa de anuncio de dentífrico, sus titilantes
ojos de color verde esperanza – esa luminosidad juvenil en ellos – sus
cabellos castaños perfectamente peinados hacia atrás, con el toquecito justo
de gomina, descubriendo la clara frente, la práctica perfección del óvalo
facial, de los pómulos, del mentón … su inmaculada camisa – minuciosamente
planchada por mamá – su corbata azul, a juego con la chaqueta del mismo color
con las grandes letras amarillas – FBI – estampadas en las mangas y en la
parte delantera. ¿Quién le había tomado aquella foto? No recuerda, pero sí que se la tomaron
cuando tomó posesión de su propio despacho, como nuevo oficial de operaciones
especiales. Mamá y papá se habían sentido tan orgullosos. Mamá le había
prometido rezar todos los días por él, para que el Señor lo tuviera siempre
bajo su divino manto protector … Sus
recuerdos fueron tajantemente interrumpidos por la tenaza terrible de la
garra del oyabun Morimoto Kenzo en su nuca: Danny soltó un grito en un tono
muy agudo, que sonó femenino a sus propios oídos, lo que le hizo de nuevo
ruborizar, registrando su propia vergüenza. No tuvo tiempo, sin embargo, para
el autorreproche: el dolor era demasiado fuerte y de nuevo la mano poderosa
del Gran Jefe de la Yakuza imponía su abrumadora voluntad. Beom Seok
Kim accionó su cámara de vídeo y comenzó a grabar. |