FBI Blues V Fragmentos del informe confidencial de Beom Seok
Kim, Superintendente General de la Policía, para Su Excelencia Park
Shin-hye, Ministro del Interior de la República de Corea, en relación con el
caso de los agentes del FBI de los Estados Unidos de América Z.H y D.d.L. en
misión secreta en Seúl, capturados en el Gimnasium X de la capital surcoreana
y posteriormente asesinados por la Yakuza en la misma ciudad. Entiendo perfectamente, Excelencia, vuestra preocupación por las circunstancias de las
muertes de los ciudadanos estadounidenses Z.H. y D.d.L. a manos de la Yakuza
japonesa en Seúl y la presión a la que habéis estado sometido por el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América para aclarar las circunstancias
de las mismas. Comprendo que esas circunstancias han llevado a nuestro
gobierno a una crisis de confianza con las autoridades de la gran nación
amiga y aliada y que conviene ofrecer a nuestros colegas norteamericanos –
especialmente al Federal Bureau of Investigation, a cuyo cuerpo pertenecieron
los desdichados agentes, así como a sus familias – todas las explicaciones
posibles sobre tan trágicos acontecimientos. Debemos poner todos nuestros
esfuerzos, en la medida de nuestras posibilidades, en el esclarecimiento de
estos hechos y cooperar con las autoridades de los Estados Unidos de América
en la investigación para la localización, captura y castigo penal de los culpables de estos execrables
y macabros crímenes. Habremos de
comenzar, en primer lugar, por las circunstancias de la llegada de estos dos ciudadanos
estadounidenses a Seúl, el objetivo de su estancia en nuestra capital y las identidades falsas que adoptaron
como parte de su fallida estrategia
para alcanzar dicho objetivo ... -
Remember, gentlemen, not a word, not a wrong move, always walk in the direction the gun is
pushing you, or else - you are dead men.
Los dos hombres obedecieron - la presión de los
cañones de las pistolas en sus tensas columnas vertebrales demasiado
convincente para no hacerlo, la inmovilización de sus manos atrapadas por la
tenaza metálica de las esposas lo suficientemente efectiva en su función
neutralizante de brazos y manos - y caminaron con paso incierto hacia el
destino que sus captores habían preparado para ellos. Descendieron por unas
estrechas escaleras que parecían conducir a alguna especie de sótano,
avanzaron por un largo pasillo en penumbras, apenas iluminado por unas luces
tenues de color rojizo dispuestas a lo largo de las desnudas paredes de
hormigón, semejantes a las de un búnker. Rodeados en todo momento por un
numeroso grupo de hombres susurrantes – posiblemente más de una docena – guiados
por la voz que en inglés con tenue acento coreano les daba las instrucciones
que en todo momento debían seguir – los cuerpos de Zack Hightower y Danny di
Lorenzo parecían actuar con una especie de automatismo operado en ellos por
la sorpresa y el miedo, parecían llevados – casi arrastrados – por una
corriente del destino contra la que fuera imposible o inútil oponer
resistencia alguna, al menos en aquella etapa inicial de su captura. Los 1´98
metros de estatura del agente Hightower, sus hombros amplios y vigorosos,
rígidos por la tensión del momento y la presión en muñecas y brazos de las
inmovilizantes esposas – se elevaban como los de un coloso por encima de la
aglomeración de orientales de pequeña estatura pero fuertemente armados que
se arremolinaban en torno a él. Los mucho más modestos 1´76 metros de su
compañero, el agente Di Lorenzo, sobresalían también un poco por encima de la
media de su grupo de captores, y también estaban tensos – por los mismos
motivos – bajo la chaqueta sus no tan espectaculares pero bien torneados
hombros que – cuando fueran descubiertos por el forzado strip-tease al que
iban a ser sometidos – delatarían al practicante habitual y constante de la
disciplina gimnástica y la lucha deportiva. Los difuntos agentes del FBI estadounidense Z.H. y D.d. L., Excelencia,
accedieron a la zona aduanera del Aeropuerto Internacional de Gimpo – en
vuelo internacional de Air Japan procedente de Tokio – bajo identidad falsa.
No son ciertos los rumores que han llegado a Vuestra Excelencia de que lo
hicieron con pasaporte diplomático del Departamento de Justicia de los Estados Unidos; portaban pasaportes
falsos con las supuestas identidades de Stewart Freeman y Michael Swamson,
instructores de artes marciales mixtas que iban a instalarse en Seúl como
entrenadores de estas disciplinas en un gimnasio que habían alquilado a un
ciudadano coreano. Esa fue “la tapadera” que utilizaron para desarrollar sus
investigaciones sobre el asesinato en nuestra ciudad de Ishikawa Hiro, un
próspero empresario del sector del acero con doble nacionalidad japonesa –
estadounidense pero que llevaba viviendo casi toda su vida en Long Island,
Nueva York. Ishikawa apareció colgado en un tramo del puente Banghwa en lo
que en principio podría parecer un suicidio pero enseguida, al examinar el
cadáver, pudieron apreciarse signos de que había sido torturado e incluso …
castrado – si bien los genitales nunca llegaron a aparecer – en un crimen que
tenía todos los signos de ser obra de algún clan de la Yakuza japonesa, cuyos
tentáculos lamentablemente han alcanzado nuestro país desde hace bastante
tiempo. Podemos decir incluso que estos clanes yakuzas han arraigado entre
nosotros y que en muchos casos, más que rivalidad existe un tácito
entendimiento e incluso cooperación con los Kkangpae, nuestra mafia local
coreana, con los que han delimitado sus respectivas zonas de influencia. Pero
centrándonos en el objeto de este informe: los agentes camuflados del FBI
estadounidense Z.H. y D.d.L. comenzaron a frecuentar el circuito clandestino
de las luchas sin reglas con apuestas, un negocio dominado por estas mafias,
en un intento por descubrir en esos ámbitos a los autores del asesinato de
Ishikawa … La poderosa cabeza afeitada de Zack Hightower, su vigoroso cuello de
cuero negro, tuvieron que inclinarse para poder acceder al recinto final que
les habían destinado como lugar de reclusión. No así la más pequeña de Danny
di Lorenzo, que entró sin dificultad, incluso tensamente erguida, su más
delicado cuello totalmente rígido por la tensión del momento. Si se hubieran
atrevido a mirar hacia atrás, afrontando las caras de sus captores, de los
hombres que los arrastraban hacia su destino, hubieran podido apreciar alguna
particularidad especial; en primer lugar, no todos aquellos orientales eran
de baja o mediana estatura, pues entre ellos, aun caminando algo en
retaguardia, se destacaba una presencia incluso aún más colosal que la de
Hightower, un hombre que alcanzaba con creces los 2 metros de estatura: el
oyabun Morimoto Kenzo. En segundo lugar, hubieran advertido que el tipo que
les daba las instrucciones, el que les hablaba en inglés con tenue acento
coreano, no era otro que Beom Seok Kim, el superintendente de la policía de
Corea del Sur, cuya voz, al escucharla por primera vez en aquella anómala
situación, les había resultado extrañamente familiar. En tercer lugar, es posible que – a pesar de sus
limitaciones para diferenciar entre las distintas etnias orientales – al
escuchar hablar en su idioma nativo a esos hombres hubieran terminado dándose
cuenta de que no era coreano lo que hablaban, sino japonés. El lugar era
bastante espacioso y parecía una especie de amplio vestuario deportivo –
seguramente para los luchadores que participaban en los combates de la planta
superior – aunque daba también la impresión de una especie de búnker o
refugio antinuclear con desnudas paredes de hormigón gris en las que
aparecían tan sólo aquellas lucecillas tenues de color rojizo que habían
iluminado apenas su camino a lo largo del pasillo y hasta este recinto en el
que fueron depositados. -
Stand still now and again don´t try to make any wrong move, in fact any
move at all. We are going to search for hidden weapons in your clothes,
gentlemen. You are under arrest and we are going to frisk you. Fue en ese
momento que la tensión acumulada en Danny di Lorenzo por su captura estalló
en un ataque de verdadero histerismo. El joven policía sacudió la espalda,
girando repentinamente la cintura, se debatió con rabia e impotencia entre
los brazos del hombre que desde atrás lo inmovilizaba, bloqueándole los
hombros, comenzó a gritar, en un continuum irregular de tonos ásperos y
agudos, su protesta: -
What the fuck is this??!!! You
guys have no fuckin´ right to do this!!! I´m American, I´m an
American citizen, I have my rights, you
can´t do this to me!! I´m – I´m – I´m
a – I´m a p-p … Zack Hightower supo que tenía que detener aquel
torrente de indignación de su compañero, y al instante: -
SHUT UP! SHUT THE FUCK UP, YOU
DAMN IDIOT! SHUT YER FUCKIN´ MOUTH UP! Desde
pequeño, a Zacharias Hightower le habían enseñado en su casa que los chicos
no deben decir palabrotas, no deben “hablar sucio”, no deben pronunciar la
“F-word”, no deben maldecir, y mucho menos blasfemar. Sus padres eran
humildes pero gente decente, trabajadora, temerosa de Dios, cumplidora de los
preceptos religiosos más básicos. Pero en ese momento no tuvo más opción que
“hablar sucio” para evitar que el inconsciente arrebato de furia histérica de
su compañero los delatara, a los dos, al instante. La bronca
explosión de Zack Hightower tuvo el efecto inmediato de inmovilizar por un
segundo la lengua inconsciente e insensata de Danny di Lorenzo que al
soltarse casi desenfrenada en aquella explosión de histerismo, bajo la
presión insoportable del miedo que le carcomía el alma, estuvo a punto de
declarar su profesión verdadera, su misión, su objetivo … nada, en cualquier
caso, que sus captores no conocieran ya. -
But they have no right, Z-Z … -
SHUT UP, MAN! -
Look, look, guys, we´ve done nothin´ wrong … We´re American citizens, we work as fitness
instructors in “The American Ninja Gym”.
My name´s M-Michael Swamson and my buddy´s name´s here is-is … Stewart … Stewart
Freeman. Our passports are in order
an´ we were jus´ watchin´ the fights … Mientras con el brazo izquierdo le bloqueaba los hombros y
con el derecho presionaba el cañón de la pistola contra su espina dorsal
Takahashi Koji, fiel lugarteniente de Morimoto Kenzo, mantuvo inmovilizado a
Danny di Lorenzo mientras Beom Seok Kim procedía a cachearlo, desde los
tobillos hasta las axilas, impregnadas ya de sudor frío. Beom Seok
Kim disfrutó del procedimiento, se demoró gustosamente en él … el cuerpo del
joven policía, totalmente rígido por la tensión, ofrecía involuntariamente su
adónica contextura al tacto experto del superintendente de la policía
surcoreana, cuyas manos ascendían sin prisas por los contorneados gemelos,
palpando los muslos contraídos bajo la suave tela de sus pantalones, rozando
al pasar hacia la cintura los glúteos aconcavados, alzándole los faldones de
la chaqueta para deslizarse por los músculos dorsales tensionados bajo la
fina camisa, abriéndose paso por el estrecho pasaje hasta alcanzar las
axilas, que desprendían, humedecidas, el aroma del sudor frío inducido por el
miedo. Y allí, en esa zona, el tacto de Beom Seok Kim pudo apreciar la
pistola, enfundada en una delgada correa de cuero, que el joven policía
portaba. -
I´m so sorry, Mr. Swamson, but I´m afraid we will have to take your jacket and shirt off …
Please, be cooperative … Danny di
Lorenzo, paralizado por el miedo, cooperó: dejó primero que Beom Seok Kim
liberase sus muñecas de la insoportable presión de las esposas, soltando así
sus manos que sin embargo quedaron al instante neutralizadas por la garra de
Takahashi Koji. El lugarteniente del oyabun Morimoto Kenzo hizo gritar al
joven agente del FBI cuando retorció su muñeca derecha para hacerle sentir a
continuación el tacto helado de la hoja de su cuchillo a la altura del pulso
que, bajo el agudo filo del arma blanca, latía desenfrenadamente, como un
pequeño corazón en miniatura. -
Don´t think of using your hands at any time, Mr. Swamson – it would be a big mistake. Mr. Takahashi here is a big expert at using
the knife and you could have both your
hands cut off in a matter of seconds
if you are fool enough to challenge us … so please, be reasonable and let me take your jacket
first … -
B-b-b-ut … w-why??!! Why
this??!! Look, sir, I-I c-can´t understand … Danny di Lorenzo
estaba comenzando a implorar, toda su habitual arrogancia, toda actitud
desafiante iban desapareciendo en él, absorbidas por el vórtice de un miedo
atroz que iba reduciendo su espíritu al de un conejo paralizado por la
presencia amenazadora de un poderoso depredador. Beom Seok
Kim retiró sin dificultad la chaqueta de los hombros temblorosos del cada vez
más apocado agente extranjero en misión secreta y fracasada en Seúl, se la
sacó por los brazos tensos, controlados en todo momento por la garra poderosa
de Takahashi Koji, lo dejó en camisa … le gustaba vestir bien al agente Di
Lorenzo: era bonita su camisa de seda de color anaranjado, resaltaba su
delicada musculatura adónica bajo la fina fibra, exquisita al tacto. Beom
Seok Kim palpó sus músculos de gimnasta, contraídos por la tensión y la
ansiedad ante la incertidumbre de su destino, palpó la correa que le recorría
el torso desde el hombro derecho hasta las costillas de la izquierda, donde
tenía colocada la funda con la pistola. -
I like your shirt, nice color, nice texture - it´s silk, I suppose, Mr. Swamson, you have
good taste in clothing, but now we have to take it off in order to remove your gun.
We don´t want anyone to be harmed
right now, do we? … El corazón de Danny di Lorenzo latió desbocado mientras las
manos sinuosas de Beom Seok Kim iban desabotonando lentamente su camisa, que
el joven agente llevaba ya parcialmente desabotonada hasta el esternón,
dejando entrever con la coquetería masculina del que se sabía hermoso el
canal piloso de su pecho delicadamente musculado por horas de constante
dedicación gimnástica. Inspiró hondo, contrayendo el estómago, cuando los
dedos del superintendente de la policía coreana desprendieron el último botón
por debajo del cinturón y fueron extrayéndole los faldones de la camisa,
soltándolos sobre sus caderas. -
Take it off yourself. Don´t touch the gun. If you do, you are dead man.
First, though, Takahashi Koji will cut off your hand. Danny di Lorenzo, con la mansedumbre de un cordero,
obedeció y, por supuesto, no tocó en ningún momento su pistola. Había
empezado, muy flojito, a sollozar, contrayendo su bonito rostro en una mueca
patética. El temblor en todo su cuerpo era cada vez más acentuado. El miedo
lo estaba ya devorando, antes de que lo hicieran sus depredadores. Empezaba
ya a morir antes de que sus asesinos lo mataran. Sabía que estaba perdido,
que no había esperanza para él, que esta gente no tenía piedad. Y sabía que
no podría afrontar aquello con dignidad. Era un cobarde, y tenía que
reconocerlo. Sentía que necesitaba algo, para poder soportar aquello. Sí,
necesitaba su dosis, su dosis … pero … ¿cómo conseguirla, en aquel momento? … Beom Seok
Kim, mientras el joven policía temblaba y sollozaba, le soltó la hebilla de
la correa que le ceñía el torso y se la desprendió con la pistola enfundada. El hermoso
torso desnudo del agente Danny di Lorenzo, digno de un Adonis, vibraba
pusilánime bajo la escrutadora mirada de sus captores. En ese momento, el
joven agente del FBI estaba ya psicológicamente destrozado, y ni siquiera
había comenzado su calvario. Sus sollozos se hacían cada vez más audibles,
sus lágrimas fluían abundantes por su cara contraída en una mueca de horror
ante lo que presumía inevitable: la tortura y la muerte, pues era conocedor
de cómo estos individuos trataban a las presas que caían entre sus garras, y
él sabía que eso era en lo que él se había convertido en aquel momento: una
presa de estas despiadadas mafias orientales. La insoportable ansiedad se
manifestaba en una creciente hiperventilación que sacudía su pecho y su
vientre desnudos y mientras el temblor iba incrementándose ojos apreciativos
se deslizaban complacidos por la hermosa visión que el cuerpo semidesnudo de
Daniel di Lorenzo, en aquellas circunstancias, les ofrecía: el torso desnudo
del capturado agente extranjero se mostraba pálido, con una tonalidad
ligeramente olivácea, perfectamente musculado pero sin los excesos del
culturismo; podría haber servido perfectamente de modelo para los mejores
pintores o escultores de la Antigüedad grecolatina o del Renacimiento
italiano. Ahora brillaba con destellos de luciérnaga en la iluminación
insuficiente de las lucecitas rojizas de las paredes de aquel recinto
inquietante: un sudor frío brotaba de todos los poros de su cuerpo e impregnaba
con gotitas brillantes el fino vello castaño que alfombraba la delicada
carne, casi adolescente. -
You are a handsome man, Mr. Swamson. You have a beautiful body to look at … and even while
you are crying a very good-looking face. You look like a model for some
fashion magazine. Why didn´t you try that – or the Hollywood movie industry –
instead of enrolling in the police force of your country, Mr. Swamson? … Or
may I call you Mr. Di Lorenzo? … Fue en ese momento, al estremecerse tras escuchar
su verdadero nombre en los labios de su captor, que la orina comenzó a
descender por los pantalones de Danny di Lorenzo, empapándolos. El joven
policía empezaba a perder el control de sus esfínteres y no había posibilidad
alguna de poderlo ocultar. Los hombres que lo rodeaban comenzaron a reír y un
violento rubor cubrió todo su rostro, desde la barbilla hasta las orejas. -
Oh for goodness sake, you are pissing yourself, Mr. Di
Lorenzo. Can it be that you are so … scared? But we are treating you very
kindly, we are just asking you to do what we want you to do, nothing else.
You are supposed to be a policeman, aren´t you? An FBI agent on a special
mission and … you are pissing yourself before we have even started … you have
ruined your trousers, but don´t worry – you won´t need them anymore. May I
ask you then, Mr. Di Lorenzo, to take them off? … Danny di Lorenzo sacudió violentamente en ese
momento su cabeza, como si con ese gesto quisiera negar con vehemencia la
pesadilla que estaba tan sólo comenzando a vivir. Buscó desesperadamente con
su mirada los ojos de Zack Hightower, su “hermano negro mayor”, su
paternalista y protector compañero, que tantas veces le regañaba, como un
buen padre, por su propio bien, constantemente corrigiendo sus errores de
“novato” en la profesión. Danny sabía que Zack le quería, le apreciaba, como
un padre puede querer a su hijo y en ese momento el joven policía – que
tantas veces había actuado como “el policía malo de la película” buscaba el
amparo, la protección de “el policía bueno”, el veterano, el experto, el
verdaderamente fuerte y valiente, el único que podía, quizás, ayudarle a
evitar, una vez más, lo peor: evitar – si evitable fuera – el horror. Danny balbuceó: -
Z-Zack … Z-Zack … W-What c-can I …? Zack Hightower miró tristemente a su joven compañero y le dijo: -
Do what he tells you to do, man … Remove your pants. |