FBI Blues XVII En el espacio que circunda el
estrado ovoidal con la calavera de nácar en su
centro se ha desencadenado un pandemonium que ninguno de los circunspectos
espectadores coreanos hubiera podido en ellos mismos anticipar: la inesperada
irrupción del negro colosal avalanzándose hacia el adolescente, que con su
manopla de acero estaba quebrando las piernas del agente americano que
acababa tan contundentemente de apalizar, ha alterado todas las expectativas
que sobre el desarrollo de este combate hubieran podido contemplar; la
impactante imagen en movimiento de la montaña de músculos negros persiguiendo
alrededor del estrado al pequeño matón japonés que huye de ella a vertiginosa
velocidad ha terminado por hacer estallar en mil gritos la contención de esta
audiencia que no esperaba esta inesperada vuelta de tuerca en la historia
presenciar: no es habitual que un luchador irrumpa en el espacio que circunda
el estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro antes de que una pareja previa de luchadores
haya llevado su propio combate a su final, por eso los espectadores están
completamente desconcertados y gritan su desconcierto en una cacofonía
coreana de indignadas protestas que no cesan de lanzar a los responsables de
la organización del espectáculo que han venido a presenciar, que no es este,
por cierto, como sus voces airadas no dejan en continuada queja de manifestar
… -
YOU DAMN SONS OF BITCHES , YOU FUCKIN´ FAGGOTS, I´M GONNA KILL YOU
ALL!! La erupción que prorrumpe por la boca del agente del FBI
capturado Zacharias Hightower mientras persigue con persistencia a la pequeña
pantera yakuza que casi ha estado a punto de aniquilar con sus garras a su
joven compañero el capturado agente del FBI Daniel di Lorenzo – dejándolo tendido
sobre la superficie del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro
en medio de un charco de su propia sangre y excremento – acalla de inmediato
las exclamaciones de los espectadores que protestan por la súbita alteración del
espectáculo que esperaban presenciar, que no es este, por cierto, pero que de
todas formas pronto podrán, pese a todo, también disfrutar … -
YOU GOD DAMN KILLERS, YOU DEVILS, YOU FUCKIN´
BITCHES, I´M GOING TO KILL YOU ALL!! Beom Seok Kim, superintendente general de la policía de
Corea del Sur – su captor – sonríe
complacido contemplando desde una prudente distancia la configuración
de los músculos del coloso en movimiento mientras – claramente visible en él
la herencia genética de sus cazadores ancestros – persigue a la pequeña
pantera japonesa que con asombrosa agilidad se desplaza por el espacio que
circunda el estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro procurando
encontrar un intersticio entre las gradas por el que su pequeño cuerpo pueda introducir:
sabe muy bien Tano Kokichi que no otra cosa que la que está haciendo puede
efectivamente hacer, pues de caer en manos de este coloso cuyo cuerpo
sobrepasa en más de treinta centímetros al suyo – y cuya masa muscular con la
suya de ninguna manera se puede comparar – no otra cosa que una muerte segura
a sus manos podría esperar … Beom Seok Kim aprecia la persecución del
perseguidor a su presa potencial, la conformación de los músculos desnudos en
el cuerpo colosal que una genética de generaciones desde sus más remotos
antepasados africanos han contribuido en este coloso a configurar: el
capturado agente del FBI Zacharias Hightower ha regresado nuevamente a su
ancestro cazador, y como cazador persigue a la pequeña pantera que de él
quiere a toda costa escapar: no es posible pese a todas sus agallas que este
pequeño matón japonés decida que lo mejor que puede hacer es darse la vuelta
de repente y a su formidable enemigo afrontar … Tano Kokichi no quiere morir,
y hace bien, porque es muy joven aún: dieciséis años son muy pocos, y el
pequeño diablo japonés quiere vivir muchos más … los cuarenta y tres años del
agente capturado del FBI Zacharias Hightower son, sin embargo, una edad
bastante adecuada para el ciclo completo de la vida de un hombre – de un hombre como él – terminar … pues
seguramente en no muchos años este macho magnífico se comenzaría a preguntar
que para qué vivir más: un problema de hipertensión crónica – que viene
sufriendo desde hace bastante tiempo ya – en pocos años podría dejar el cuerpo
colosal de este magnífico ejemplar de masculinidad reducido al espacio de una
silla de ruedas tras un infarto cerebral: la perspectiva de convertirse en un
pelele babeante – perdido el control de sus esfínteres, defecante y orinante
también – en alguna institución de caridad, pues pese a todos sus años de
servicio su salario no le ha permitido costearse un seguro médico que unos
gastos extraordinarios le permitan afrontar, inquieta íntimamente al agente
Hightower … nos preguntamos – retóricamente – si es ese el final que desearíamos para nosotros y sobre todo para este
macho de impresionante presencia que durante todos estos capítulos de su
historia - compartida con su compañero – hemos tenido el sumo gusto de
acompañar … Zacharias Hightower – a pesar de la aparente ofuscación que
pudiera producirle la indignación con que ha contemplado lo que esta pequeña
rata japonesa estaba haciendo con su compañero – conserva la suficiente
lucidez para saber que el tiempo de su vida va tocando a su final y que es preferible
para un hombre una muerte heroica – por dolorosa que sea – a un indigno final
… -
YOU LITTLE JAP, YOU DIRTY LITTLE RAT, I´M GONNA KILL
YOU, I´LL RIP YOU APART!! -
Ganju! Haru! Yuki!
Ganju! Haru! Yuki!
Tasuketeeee!! El pequeño diablo yakuza sabe muy bien que en momentos de
extremo peligro para su propia supervivencia lo mejor es pedir a gritos la
ayuda de sus más leales amigos: Ganju, Haru y Yuki lo han sido desde que en
su humilde barrio tokiota se conocieron en la calle siendo casi niños para poco
después conformar el embrión de lo que sería una pequeña banda de
delincuentes juveniles, inmediatamente integrada en la Yakuza; Ganju, Haru y
Yuki sienten por su amigo Tano Kokichi una lealtad incondicional y durante
todo el combate que ha mantenido con el agente americano – un combate tan
desigual – han disfrutado la potente paliza que su amigo ha propinado al
patético policía capturado que la organización de estos combates reservó para
él: excitados por la precisión y potencia de los puños del pequeño yakuza en
el cuerpo del capturado agente del FBI Daniel di Lorenzo, por la contundencia
del castigo, por el crepitar de las costillas del policía extranjero al
quebrarse a cada impacto bajo las manoplas de acero que reforzaban sus dedos
y conferían a sus puños una potencia especial, una intensidad que el cuerpo
del policía americano no pudo en absoluto soportar, que lo tuvo gritando de
dolor desde apenas comenzar, y que lo fue reduciendo a una especie de
piltrafa humana que en sangre y mierda se empezó a derramar sobre el pulido
pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro hasta
quedar tumbado sobre él en un charco de su propio excremento: cómo no
disfrutar de esto a pesar de la
clamorosa cobardía del combatiente
extranjero que ningún combate y sí muchísimo miedo ante Tano Kokichi
manifestó … pero ahora la situación se presenta muy diferente y es su amigo
el que huye espantado de esta montaña de músculos negros que lo persigue
implacable por todo el perímetro del estrado ovoidal con la calavera de nácar
en su centro y como convenida señal desde que conformaron su adolescente
banda de maleantes el que está en extremo peligro grita los nombres de los
otros pidiéndoles ayuda para que de ese tremendo trance le puedan de alguna
forma rescatar … -
Ganju! Haru! Yuki!
Ganju! Haru! Yuki!
Tasuketeeee!! No hace falta más: ni siquiera hubiera hecho falta gritar sus nombres y
pedirles su ayuda para que los tres jóvenes yakuzas, al presenciar la persecución
a que es sometido su compañero, se avalancen a su vez a toda velocidad, como
tres pequeñas panteras hacia la montaña de músculos negros que – en
movimientos a veces torpes y descoordinados, a pesar de la amplitud de la
zancada que la prolongada longitud de sus piernas le permite – parece en
algunos instantes estar a punto de alcanzar a su presa potencial y abatirse
sobre ella para aplastarla: Zacharias Hightower persigue a Tano Kokichi con
impulso de piernas poderosas pero parcialmente impotentes en su extrema
longitud para desenvolverse con la adecuada agilidad y fluida flexibilidad
que – al tener que impulsar una masa muscular muchísimo menor – aventaja al
adolescente en su velocísimo desplazamiento alrededor del perímetro del
estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro: el pequeño japonés
parece por momentos jugar con el enorme negro al gato y al ratón y la súbita
irrupción de otros tres pequeños japoneses – de otras tres pequeñas panteras
– en el circuito de la persecución sorprende y después desconcierta al
poderoso perseguidor que en pocos segundos no sabe a quién está persiguiendo
en realidad, como si el cuerpo de Tano Kokichi se hubiera triplicado en otros
tres muy semejantes a él y el capturado agente del FBI Zacharias Hightower
fuera completamente incapaz de diferenciar cuál de esos cuatro cuerpos que
parecen querer jugar con él una especie de juego de la confusión es el del
adolescente que ha apalizado a su compañero Daniel di Lorenzo y lo ha dejado
descompuesto sobre el pulido pavimento del estrado ovoidal con la calavera de
nácar en su centro en medio de un charco de su propia sangre y excremento … -
Kitaru, kimasu! … Kitaru, kimasu!
… Zacharias Hightower, un poco aturdido, un poco jadeante, mira al pequeño
japonés que se ha encaramado sobre el estrado, y la expresión de
estupefacción en sus grandes ojos castaños bajo las copiosas cejas de carbón,
en su boca entreabierta que expele el aliento de su estéril esfuerzo, indica
que llegado a este punto es ya completamente incapaz de diferenciar a Tano
Kokichi de los otros tres … ¿es este Tano, es Ganju, es Haru, es Yuki? …
Zacharias Hightower no lo puede decir, y mira al adolescente nipón que desde
el pulido pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro
le sonríe con una mueca maníaca de pequeño diablo y con atrevidos gestos de
sus manos y sus brazos le indica que vaya hacia él diciéndole “¡Ven … ven …!”
en japonés … Zacharias Hightower vacila un instante y escucha percutir en su
colosal caja torácica los acelerados latidos de su corazón mientras poco a
poco va recobrando un poco de aliento para proseguir la persecución del
pequeño bandido que ha dejado a su compañero Daniel di Lorenzo descompuesto
sobre el pulido pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su
centro en medio de un charco de su propia sangre y excremento … -
Kitaru, kimasu! … Kitaru, kimasu! … Zacharias Hightower aprieta los dientes contrayendo la mandíbula en el cráneo
colosal y brama como un brontosaurio expeliendo el humo de su indignación por
las amplias aperturas de su nariz de negro que se dilatan aún más de modo que
sus aletas parecen vibrar con la extremada tensión … contrae los convexos
músculos que configuran su colosal musculación y apretando con fuerza sus
puños de boxeador hasta el extremo de colocar nudillos y falanges al borde de
la dislocación – “bare knuckle fight,
Mr. Hightower”, le dijo Beom Seok Kim – se avalanza hacia el estrado
donde el adolescente japonés le sigue haciendo gestos para que avance hacia
él … mientras tanto el “maestro de ceremonias” ha tomado con una de sus manos
por un tobillo desnudo el cuerpo descompuesto del apalizado agente del FBI
Daniel di Lorenzo y tirando de él por el pie lo va arrastrando hacia el borde
del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro para despejar el
espacio de este estorbo y que así no entorpezca los movimientos de los nuevos
combatientes: no son ahora dos sino cinco los que en este espacio de
esfuerzo, dolor y agonía – sangre, sudor y lágrimas, a veces mierda y orina a
su vez – se disponen a combatir ante los espectadores, que nuevamente retoman
un silencio sepulcral que honra el inesperado espectáculo que se disponen a
presenciar … en poco tiempo Zacharias Hightower advierte que tiene ante él no
sólo al pequeño diablo yakuza que perseguía para hacerle pagar la humillación
infligida a su compañero sino a otros tres que, acudiendo en su auxilio,
conforman ahora una pequeña banda de cuatro contra él … Zacharias Hightower
resopla, sacude la cabeza con cierta confusión, desplaza sus grandes ojos
castaños bajo las copiosas cejas de carbón por cada uno de los componentes
del pequeño comando de muchachos nipones que lo miran de frente, desafiantes,
los brazos y los puños preparados en ademán de combate, sus pequeños cuerpos
desnudos con esa palidez peculiar del cuerpo japonés privado de la exposición
al sol cubiertos de una panoplia de imaginería yakuza tatuada en la piel:
caligrafía completamente indescifrable para él, multicolores flores en un
jardín del espanto con espinas, cabezas de dragones que vomitan fuego por las
fauces, semihumanos monstruos con muecas maníacas que muestran en las órbitas
de sus ojos una locura de sed de sangre y también de sádico placer, sus
pequeños sexos cubiertos por el blanco suspensorio que llaman “fundoshi” y que los iguala por tanto
en atavío con este coloso de ébano que se disponen a combatir con un coraje
que es genuinamente japonés: Tano Kokichi respaldado ahora por Ganju, por
Haru, por Yuki … contra el capturado agente del FBI Zacharias Hightower que
los contempla con perplejidad desde la atalaya de sus casi dos metros de
estatura colosal, sin acertar a diferenciar al que perseguía de los que se le
han añadido después: la nebulosa de humo nicotínico que pende sobre las
cabezas de los combatientes y va descendiendo hasta circunvalar sus cuerpos
hace aún más complicado para el coloso de ébano – a pesar del blanco intenso
de la luz cenital que proyectan los focos del techo del polideportivo sobre
el pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro –
individualizar las fisionomías de los cuatro jóvenes bandidos japoneses que
contra él se conjuran como cuatro pequeñas panteras que se preparan para a
esta enorme montaña de músculos negros demoler … las piernas larguísimas del
capturado agente del FBI Zacharias Hightower muestran la magnificencia de los
muslos que se contraen en instintiva predisposición a la patada – hace muchos
años que tras su corta carrera de boxeador profesional comenzó a practicar
“kickboxing” para reforzar su entrenamiento como artista marcial fuera del
circuito oficial de las MMA – si bien son los músculos de sus largos brazos
adelantados con los puños apretados – como desde muy joven aprendió a hacerlo
entrenándose en el gimnasio para el combate en el cuadrilátero – los que se
preparan para apalizar a estas pequeñas panteras que han tenido el
atrevimiento de ponerse ante él … desde su punto de observación Beom Seok Kim
– su captor – sonríe malicioso mientras contempla la colosal configuración
del capturado agente del FBI Zacharias Hightower en su casi completa desnudez
contrayendo y distendiendo deltoides, trapecios, dorsales … los glúteos
grandiosos, compactos y convexos, que emiten destellos deslumbrantes en su
globular magnificencia, y entre los cuales la franja blanca de la mínima
prenda es apenas una línea casi imperceptible en la profundidad de la carne
del culo colosal al descubierto … ante la envergadura de este enorme
paquidermo parecen Tano Kokichi, Ganju, Haru, Yuki … tan pequeños …
cualquiera de ellos, por separado, hubiera sido un pequeño bocado para este
gigante negro, pero al compactar los cuatro sus cuerpos la conclusión del
combate ya no está tan clara a favor del coloso de ébano: sabe Beom Seok Kim
que esta “banda de los cuatro” ha apalizado a enemigos de enorme envergadura
– luchadores de sumo, levantadores de pesas, constructores de sus cuerpos …
que no pudieron con ellos … Beom Seok Kim, a veces, es caprichoso, le gusta
hacer experimentos, aunque tenga para ello que forzar un poco las
circunstancias, alterar los tiempos previstos entre un combate y otro en este
estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro … como a un “deus ex
machina” al superintendente general de la policía de Corea del Sur le gusta a
veces alterar de alguna manera los acontecimientos, aunque para ello incurra
en alguna que otra arbitrariedad … Beom Seok Kim sonríe mientras contempla
cómo el “maestro de ceremonias” arrastra fuera del recinto el cuerpo
descompuesto, ensangrentado, enmierdado … del agente capturado del FBI Daniel
di Lorenzo … sobre el estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro
queda un poco de su sangre, un poco de su excremento … Danny está casi
aniquilado ya, el camino de su calvario está casi cubierto, sólo le falta un
poco para llegar al final … un poco
que no será nada fácil, por cierto … a veces un minuto, ya lo sabemos, puede
durar toda una eternidad … Zacharias Hightower, su compañero, en cambio,
comienza ahora a luchar en este estrado ovoidal con la calavera de nácar en
su centro … -
Kitaru, kimasu! … Kitaru, kimasu! … ¿Es Tano el que lo llama … es Ganju … es Haru … es Yuki …? Zacharias Hightower no puede saberlo … pero
aprieta los dientes y se lanza, gruñendo, contra ellos … su brazo derecho
impulsa un impacto que el adolescente no identificado esquiva con agilidad de
pequeña pantera de tal manera que el primer puñetazo del experimentado
boxeador sólo golpea el aire denso de nicotina que impregna el espacio del
estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro … Tano Kokichi ha
intuido en anticipación el movimiento del magnífico miembro y ha conseguido
evitar un primer golpe del coloso que al apreciar su fallo parece paralizado
un instante por el desconcierto … el pequeño diablo yakuza suelta una
carcajada cacofónica y hace muecas de burla al enorme negro que parece
entonces por un instante reconocerlo: como un duende diabólico el adolescente
japonés comienza a dar vueltas alrededor del coloso en un carrusel de
cabriolas que lo confunden de nuevo con los cuerpos de sus compañeros … Beom
Seok Kim contempla complacido – también divertido – los desplazamientos de
distracción que en torno a su presa potencial realiza la pequeña pantera para
aturdir al poderoso paquidermo antes de lanzar la primera dentellada a alguno
de sus magníficos miembros: tiempo después el superintendente general de la
policía de Corea del Sur revisará el combate en su audiovisual grabación y
llegará a la conclusión de que – de no haber mediado la Inevitable
Interrupción – es muy probable que la confluencia de estos cuatro cuerpos
pequeños hubiera terminado abatiendo el enorme cuerpo del negro … comparará
este combate a cuatro contra el coloso de ébano y apreciará similitudes con
el que este afrontó siendo un joven boxeador veinteañero – Zack “Iron Fist”
Hightower – contra su contemporáneo Cassius Clay … “Float like a butterfly and sting
like a bee” … al que aguantó diez asaltos pero del que finalmente recibió
un golpe demoledor que – desmoralizándolo – su carrera profesional
prácticamente clausuró … como el legendario boxeador con el que tuvo el honor
de combatir, la coordinada confluencia de estos cuatro cuerpos equivale a un
único combatiente que salta alrededor de su oponente como una mariposa pero
que en realidad son cuatro avispas que disponen sus aguijones para en
cualquier momento clavarlos en partes vitales del cuerpo del coloso … Tano
Kokichi lleva en sus puños las manoplas de acero con las que ha descompuesto
el cuerpo de su compañero y las prepara para propinar los golpes que vayan
poco a poco demoliendo a este enorme negro … pero es sobre todo la
adolescente arrogancia de estos cuatro pequeños nipones lo que parece
desconcertar al capturado agente del FBI Zacharias Hightower … le recuerdan
de alguna forma instintivamente - también a él mismo – la manera en que
Cassius Clay lo derrotó: la extremada juventud y ligereza de sus cuerpos hace
que sus movimientos sean vertiginosamente rápidos, desconcertantes, algo que
incluso parece en ellos innato, no preparado ni entrenado en ningún gimnasio,
sino la manera de luchar de cuatro pequeñas panteras de la jungla de asfalto,
cuatro pequeños pero temibles matones de barrio dispuestos a aniquilarlo … y
hay en la táctica de combate concertada de estos cuatro cachorros yakuza de
pintadas pieles algo más, algo que un flash de la memoria enciende en la
mente de Zacharias Hightower el recuerdo de su combate con el mítico boxeador
al que tuvo el honor de aguantar diez asaltos antes de ser noqueado con un pinchazo
de izquierda que nunca en su vida olvidó, y que ahora casi sin darse cuenta –
cuando comienza a oír la cacofonía de insultos en japonés que estos menudos
matones nipones le dirigen – vuelve a recordar: al igual que Cassius y con el
mismo objetivo – desmoralizarlo – estos malditos bastardos, estas pequeñas
ratas tokiotas … “talk trash” … sí,
piensa un segundo Zack: “they talk trash” … no puede entender la
literalidad de lo que le dicen, pero sabe que le están insultando, y que la
palabra más repetida que pronuncian las lenguas y sale de las bocas de estas
víboras no puede ser otra que la que escupe como una infamia – una vez más –
el nombre del color de su piel … -
Kuro! … Kuro! … Kuro! … Kuro! Insuficientemente dotado
– sin ser un imbécil o un iletrado – desde el punto de vista intelectual, el
capturado agente del FBI Zacharias Hightower cae con estos muchachos en el
mismo error que con Cassius cayó: enfurecerse, dejar que la furia lo ofusque
– no fue hasta mucho tiempo después que comprendió que había tenido el alto
honor de medirse con un mito – y dos décadas después de aquel combate Zack
“Iron Fist” Hightower – ya previamente indignado por el maltrato que su
compañero Daniel di Lorenzo estaba recibiendo de Tano Kokichi – aprieta los
dientes y se lanza gruñendo, contra ellos, sin darse cuenta de que en un
combate perder la compostura es lo peor que a un combatiente le puede suceder
… -
Kitaru, kimasu! … Kuro! …
Kitaru, kimasu! … Kuro! … Kitaru, kimasu! … -
TWANK! -
Aiiee! Zacharias Hightower recibe el impacto del
primer pinchazo en el tendón del tobillo: la corriente eléctrica del dolor le
sube por toda la longitud de la pierna y se le clava en la cadera … ¡ha sido
una patada! … ¿con qué lo han golpeado? … desde su elevada estatura no la ha
visto venir … entonces, entre la nebulosa de nicotina, sus ojos irritados
pueden ver por fin el metálico reflejo en el pie de uno de ellos - Ganju …
Haru … Yuki … Tano … no sabe cuál de estos cuatro cabritos - ¡cabrones! – lo
ha golpeado … el adolescente lleva alrededor de su propio tobillo un aro de
acero y es con eso con que lo ha golpeado … sí … ¡eso ha sido! … Zacharias
Hightower brama como un brontosaurio y lanza en toda su longitud su brazo
derecho como un misil que busca su objetivo alcanzar: intento fallido … el
maníaco macaco suelta su cacofónica carcajada y lo sigue insultando mientras
esquiva sucesivos intentos una y otra vez … una y otra vez … -
Kitaru, kimasu! … Kuro! …
Kitaru, kimasu! … Kuro! … Kitaru, kimasu! El coloso de ébano comienza a cojear … no hay enemigo
pequeño … y un solo golpe de uno te puede desgraciar … pero Zacharias
Hightower aprieta los dientes y, aguantando el dolor, persigue persistente a
uno que en realidad cuatro son … cuatro compañeros … contra un negro enorme
al que quieren abatir, contra una enorme existencia que quieren aniquilar …
pero el larguísimo brazo derecho del coloso no deja de lanzar sus golpes,
casi a ciegas, una y otra vez … una y otra vez … confiando en algún momento
algún objetivo alcanzar, y como consecuencia del azar o algún cálculo de
probabilidad, uno de ellos impacta en el cráneo de uno de los cuatro … al
final … -
Aiiaaa!! El primer
golpe con objetivo alcanzado despierta al instante no sólo su instinto sino
su táctica de boxeador: Zack “Iron Fist” Hightower se recompone,
sobreponiéndose en parte al desconcierto inicial, mientras mira al muchacho
rodar en vertiginosas volteretas por el pulido pavimento del estrado ovoidal con
la calavera de nácar en su centro, detectando el desconcierto en que ese
golpe parece sumir ahora a sus tres compañeros, paralizados por un instante
ante el poderoso puñetazo del coloso al camarada que los deja boquiabiertos …
desde su punto de observación entre los espectadores que desde las gradas
contemplan en silencio casi sacramental el combate que como una sorpresa
completamente fuera del programa esta noche se les ofrece, Beom Seok Kim
desliza sus almendrados ojos de oriental desde las pantagruélicas plantas de
sus pies hasta la cúspide del cráneo colosal del capturado agente del FBI
Zacharias Hightower que flexiona los prolongados músculos de los brazos y
abomba los bíceps al tiempo que da pequeños saltos semejantes a los que el
boxeador practica saltando a la comba en el gimnasio sin dejar de mirar en
ningún momento a los tres pequeños yakuzas que lo miran a su vez con miradas
asesinas tras superar la inicial estupefacción … ni siquiera Beom Seok Kim
puede en este momento decir desde su punto de observación cuál de los cuatro
es el que el puño – desnudo – de acero de Zack “Iron Fist” Hightower ha
alcanzado … si es Ganju … o es Haru … o Yuki … o Tano … pero sí que su primer
puñetazo esta noche ha devuelto la esperanza a este enorme negro americano en
que al menos vengará en las cabezas de estos cuatro pequeños cabritos -
¡cabrones! – la humillación infligida por Tano Kokichi a su compañero Daniel
di Lorenzo, por esa pequeña pantera apalizado … Beom Seok Kim sonríe –
íntimamente deleitado – al apreciar aún las manchas de mierda y salpicaduras
de sangre que como íntimos fluidos los puños del pequeño diablo yakuza del
cuerpo del policía americano han destilado … al saltar sobre las prolongadas
plantas de sus pies aprecia Beom Seok Kim no obstante que el coloso contrae los
músculos del rostro en intermitentes muecas de dolor pues se duele del
impacto del pie del pequeño diablo yakuza – con aro de acero reforzado – en
el tendón de su tobillo que parece claramente afectado … Zacharias Hightower
levanta los brazos con los puños apretados y avanza hacia los adolescentes
con determinación pero visiblemente cojeando: es evidente que la patada de la
pequeña pantera ha sido como un zarpazo que lo ha dejado tocado … -
Kitaru, kimasu! … Kuro! -
GRRRRR … Si
estuviéramos explicando este combate en un cómic, colocaríamos esta última
expresión en un globo de gruñido sobre la cabeza colosal del capturado agente
del FBI Zacharias Hightower mientras avanza con clara cojera hacia los cuatro
componentes del pequeño comando de matones yakuzas que lo esperan sin
arredrarse mientras lo ven avanzando … sí, lo esperan ya los cuatro, porque
el que recibió el impacto de su poderoso puñetazo se ha levantado ya del
pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro y como
sus compañeros lo afronta con esas audaces agallas, con esa arrogancia
adolescente que es señal distintiva y definitoria de estos cuatro … Beom Seok
Kim desde su punto de observación contempla la colosal configuración del culo
del capturado agente del FBI Zacharias Hightower donde la fina línea blanca
del “fundoshi” entre las negras nalgas ha prácticamente desaparecido y lo
deja completamente al descubierto mientras el coloso avanza cojeando pero
también con visible precaución hacia los adolescentes que lo están aguardando
… -
Kitaru, kimasu! … Kuro! Beom Seok Kim, aunque es coreano, aprecia la audacia y las
agallas de la raza nipona que asoma en estos adolescentes con la elemental
pureza de una herencia genética de generaciones de guerreros que sólo en la
última guerra que lucharon la potencia aterradora del átomo pudo derrotar:
pequeños pero matones, todos por la historia lo sabemos ya … ni Ganju … ni
Haru … ni Yuki … ni Tano … se arredran ante el avance de este negro colosal …
Zacharias Hightower avanza ahora no sólo cojeando sino, además, con
precaución … el golpe en el tendón de su tobillo lo ha dejado tocado pero
también le ha hecho apreciar – como la previa paliza de Tano Kokichi a su
compañero Daniel di Lorenzo – que la enorme inferioridad en estatura de estos
cuatro componentes del comando no anticipa en absoluto un desenlace
victorioso para él … instintivamente en su mente aparecen las imágenes de
aquella historia bíblica que en la escuela dominical le enseñaron: de cómo el
pequeño David con la ayuda del Señor venció al gigante Goliat y después la
cabeza con su espada le cortó … el capturado agente del FBI Zacharias
Hightower se siente ahora – aunque él no es malo, pero tal vez se considere
un poco culpable por haber dejado de creer en el Señor – como ese gigante
Goliat y aunque estos adolescentes nipones no conocen esas fábulas judías de
alguna manera ellos se sienten a su vez – los cuatro – como David … -
Kitaru, kumasu! … Kuro! -
Grrrr … Zack “Iron
Fist” Hightower propulsa su poderoso puño otra vez y los enormes nudillos
abrasan el pómulo de uno de los muchachos al que no puede identificar –
tampoco puede hacerlo Beom Seok Kim desde su punto de observación, ni es
función de este narrador individualizarlo, porque en definitiva, ¿qué más da?
… Ganju, Haru, Yuki, Tano … no son ya Ganju, Haru, Yuki, Tano … constituyen
los cuatro una única corporeidad: uno para todos y todos para uno, si el
coloso toca a uno de ellos, los otros se lanzan al instante, como fieras,
para al coloso cazar … -
Aaaarrgghh … Zacharias Hightower aprecia con este grito el segundo
impacto de un pequeño pie reforzado de acero en un nuevo punto de la pierna
colosal ya previamente herida por el contacto del aro metálico en el tendón
del tobillo: uno de los pequeños diablos yakuza de este cuarteto especial ha
propulsado su pierna hacia lo alto y el impacto alcanza el bíceps femoral del
coloso que se estremece y se tambalea ligeramente por unos instantes antes de
deslizar su prominente mirada – un poco enturbiada ahora no sólo por la
nebulosa de nicotina sino por la sangre que afluye a sus ojos hasta
inyectarlos con punzadas de dolor – sobre las cabezas de los cuatro pequeños
guerreros que en su coordinada conjunción ante este negro enorme en ningún
momento dan ahora muestras de retroceder ni siquiera como táctica prudencial:
han intuido tal vez que pese a su enorme estatura y colosal corpulencia las
cualidades combativas del capturado agente del FBI Zacharias Hightower no
alcanzan más allá de la mediocridad y que al igual que Tano Kokichi ha
apalizado al otro policía hasta hacerlo vomitar sangre e involuntariamente
defecar sobre el pavimento del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su
centro la conjunción de los cuatro algo similar en el cuerpo de este coloso
puede producir … -
Kitaru, kumasu! … Kuro! Zacharias Hightower abomba sus africanos labios y resopla
nuevamente aturdido … los músculos y tendones de su pierna parecen por un
instante paralizados ante el nuevo impacto y las pulsantes punzadas en el
tendón del tobillo, su cojera se hace más visible a medida que avanza hacia
sus enemigos con los brazos adelantados y los puños apretados mientras
procura mantener el control de su respiración … parece consciente de que su
elevada estatura no deja otra opción a estas pequeñas panteras que atacarlo
por las prolongadas piernas que se presentan ante sus pequeños pies
reforzados de acero – los cuatro llevan esos metálicos aros en torno a sus
tobillos – paradójicamente como la parte más vulnerable de su colosal
corporeidad: saben estos pequeños demonios que si consiguen quebrar la
fortaleza de esas columnas que sostienen al coloso tarde o temprano todo su
cuerpo cederá … Zacharias Hightower no es el más inteligente de los hombres –
ya lo hemos dicho más de una vez – pero tampoco es un imbécil y sabe que si
quiere mantener su dignidad ante estos pequeños diablos que le lanzan
insultos de infame racismo con el calculado propósito de provocar su
indignación y hacerle perder la necesaria concentración tiene que mantener la
compostura y no ceder a sus provocaciones … recuerda esta táctica muy bien en
el mítico boxeador al que tuvo el honor de aguantarle diez asaltos antes de quedar
noqueado en el cuadrilátero por un poderoso pinchazo de su legendario puño
izquierdo: al igual que Cassius estos malditos bastardos nipones “talk trash” … -
“Hey, man, what are you, a fuckin´ giraffe?! I´ve never fought a dude as tall as you, man, but I
swear that I´m gonna cut you down, man, yeah, I´ll cut you down to your
proper size with the axe of my
fuckin´ fists, man!! … Al igual que Cassius Clay estos cuatro cabritos -
¡cabrones! – le lanzan insultos mientras dan vertiginosas vueltas a su
alrededor para marearlo al tiempo que sus pequeños puños acerados impactan
punzantes en la cintura del coloso con percusión casi puntual … -
Kitaru, kumasu! … Kuro! KRAK! -
Kitaru, kumasu! … Kuro! KRAK! -
Kitaru, kumasu! … Kuro! KRAK! -
Kitaru, kumasu! … Kuro! KRAK! La introducción del epíteto que pretende denigrarlo por el
color de su piel llega a ser – dentro de este pequeño poema – de este haiku
del dolor – más que un insulto una parte más de la tirada, una especie de
grito de guerra que los pequeños nipones pronuncian en el mismo momento en
que sus puños impactan en el cuerpo del coloso como picaduras de avipas en la
piel de un paquidermo: poco a poco, los puñetazos hacen su efecto y el
capturado agente del FBI Zacharias Hightower comienza a dar boqueadas al aire
impregnado de nicotina procurando algo de resuello recuperar mientras su
rostro se contrae una y otra vez en muecas de dolor … Ganju … Haru … Yuki …
Tano … lo van golpeando … una y otra vez … una y otra vez … en un acelerado y
aparentemente interminable carrusel … los nudillos nipones reforzados de
acero impactan en el cuerpo del coloso sin darle ni siquiera tiempo a
respirar: riñones, hígado, estómago, vesícula … se ven afectados, porque las
pequeñas panteras sortean la desventaja de su pequeña estatura con saltos que
permiten a sus punzantes pezuñas las partes por encima de la cintura del
enorme negro alcanzar … por unos instantes Zacharias Hightower parece
completamente incapaz de reaccionar y desde su punto de observación Beom Seok
Kim contempla como el culo del coloso se contrae a cada impacto en partes
sensibles del abdomen y los muslos magníficos de sus piernas parecen temblar
… la ligereza de los pequeños cuerpos de sus castigadores, su asombrosa
agilidad, la rapidez de la sucesión de saltos y golpes parece casi
sobrenatural y los espectadores asisten como hipnotizados a un inesperado
espectáculo que esta noche no esperaban presenciar … Zacharias Hightower
reacciona entonces con una contorsión circular de su cuerpo que propulsa su
poderoso brazo derecho en pos de las cuatro cabezas que como cáscaras de
huevo su puño pretende cascar … girando como un demenciado derviche y gritando
una imprecación Zacharias Hightower consigue golpear con su puño desnudo el
casco compacto de alguno de los cráneos que giran a su alrededor – golpea,
incluso, dos – pero para su estupefacción ninguno de los pequeños diablos
yakuza – ni Ganju, ni Haru, ni Yuki, ni Tano – cae esta vez al pavimento del
estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro … lo intenta también
con la izquierda - pero propulsados por ese brazo nunca tuvieron los
puñetazos de este boxeador una potencia especial … Zacharias Hightower se
para un instante, mirándose los nudillos doloridos, un poco inflamados, con
la piel un poco desgarrada, sin la protección de sus guantes de boxeador …
Zack “Iron Fist” Hightower no parece tener los puños de hierro ya … y en ese
instante siente la patada en la parte posterior de su pierna ya tocada … -
KRAK! -
Aiiieeee!! El pie del
pequeño yakuza – reforzado con aro de acero – impacta potente en un punto
preciso del bíceps femoral de la pierna apalizada del capturado agente del
FBI Zacharias Hightower y le hace gritar su dolor … también le hace doblar la
rodilla y por un instante toda esta Alta Torre que es el cuerpo del coloso
parece estar a punto de desmoronarse … Beom Seok Kim desde su punto de
observación contiene la respiración al contemplar el estremecimiento que
sacude la fenomenal fisionomía del agente Hightower que parece a punto de
ceder … la pierna se sostiene sin embargo – temblorosa – aún con la rodilla
doblada sobre la amplia planta del pie, pero Zacharias Hightower no parece tan
alto ahora: el pie de un pequeño yakuza – reforzado con aro de acero – le ha
hecho descender un poco hacia el pavimento del estrado ovoidal con la
calavera de nácar en su centro … -
Kuro! KRAK! -
Arrggghh!! El puño del
pequeño yakuza – reforzado con aros de acero – impacta potente en la
mandíbula del enorme negro … se la disloca … la sangre afluye a las encías
del agente Hightower y tinta de rojo el blanco de sus dientes … por primera
vez después de tanto tiempo este boxeador vuelve a probar el sabor de su sangre,
la siente en su lengua, y un poco en el paladar, sus labios espulsan un poco
de ella al soplar, en gotas de saliva tintadas ahora de su color, un velo de
niebla parece posarse entonces ante sus ojos, y por un instante Zack “Iron
Fist” Hightower piensa que el KO le ha llegado ya … lo piensa – en realidad –
después de un momento en que su mente se parece apagar … y el mundo a su
alrededor desaparecer … escucha entonces el estruendo de un grito que a todos
parece sobrecoger … -
IIEE!! No es un
nuevo lamento del apalizado: es un rotundo “NO” en japonés que sale de la
tronante boca del Gran Oyabun Morimoto Kenzo cuando contempla lo que con el
capturado agente del FBI Zacharias Hightower estas pequeñas panteras están a
punto de hacer … -
IIEE!! … MO JUBUN! Ganju …
Haru … Yuki … Kokichi Tano … vuelven sus cabezas hacia la imponente figura
del Gran Oyabun Morimoto Kenzo: el coloso nipón se eleva sobre unas poderosas
piernas que en estatura exceden incluso a las del enorme negro – del poderoso
paquidermo que estos cuatro cazadores estaban a punto de abatir – y sienten
en las llamaradas que lanzan sus ojos la amenaza de una aniquilación
ineludible si sus Supremas Órdenes sienten la tentación de desobedecer …
Ganju … Haru … Yuki … Kokichi Tano … pequeñas panteras, tras un segundo de indecisión
apartan sus cuatro cuerpos del cuerpo de la enorme presa que estaban a punto
de cobrarse … -
SOTOGAWA! Es muy sencillo: “NO”, “BASTA”, “FUERA” … “no” hay nada más
que decir, “bastan” estas palabras para que las pequeñas panteras sepan que
“fuera” del estrado ovoidal con la calavera de nácar en su centro se tienen
que ir … es una lástima – piensa Beom Seok Kim – porque estos cuatro
cachorros de la camada yakuza del Gran Oyabun Morimoto Kenzo se hubieran
bastado ellos solos para a este enorme negro aniquilar a dentelladas y
después despedazar … por un momento no le parece justo que el coloso japonés
le prive de tan prometedor espectáculo, pero cuando el Gran Oyabun Morimoto
Kenzo aparece todos – incluso él – tienen que obedecer su Completa Voluntad …
Beom Seok
Kim contempla al Coloso Tatuado en toda su corporeidad: su estatura que
excede a la del enorme negro es más que suficiente para en todos un temor
reverencial despertar: Morimoto Kenzo, al igual que Zacharias Hightower, está
prácticamente desnudo, su cuerpo apenas cubierto por el blanco “fundoshi” que
vela la descomunal genitalidad, su pálida piel inyectada en rojo de sangre,
azul cianótico y púrpura satánico, lenguas de fuego y flores carnívoras,
cabezas de tigres, leones, lobos, serpientes de fauces abiertas y colmillos
sangrantes, espadas de samurai, afilados cuchillos, cráneos de mueca macabra
… un cuerpo que no necesita músculos de convexidad exagerada para su plena
potencia manifestar, un cuerpo en la cúspide de su vigorosa juventud, un
cuerpo más que suficiente – sí, muchísimo más – para acabar en el cuerpo del
capturado agente del FBI Zacharias Hightower la tarea que estos muchachos -
¡sin permiso del Gran Oyabun Morimoto Kenzo! – han estado a punto ellos
mismos de culminar … Zacharias
Hightower mira a Morimoto Kenzo y comprende – al momento – que Su Fin Ha
Llegado, Que Este es El Final, que tiene ante sus ojos – todavía un poco
velados por efecto del impacto del puñetazo – a Su Asesino, al Hombre Que Lo
Va a Matar, y comprendiéndolo, su negra verga – poco a poco estimulada por
los puñetazos de las pequeñas panteras – se va empalmando en el envoltorio del blanco
“fundoshi” que vela igualmente su gigantesca genitalidad: Zacharias Hightower
es plenamente consciente de que, a manos de Este Hombre, su muerte no será
una muerte cualquiera, será una muerte digna de un coloso, una Muerte
Colosal. |